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Huelga general en Bolívia

"Evo, el pueblo tiene hambre"

, 11 de marzo de 2011




Después de la gran movilización que
obligó a Evo Morales a retirar el
gasolinazo, la lucha sigue en Bolivia.
El 10 de febrero el presidente boliviano
se disponían a participar en el desfile
de homenaje a los 230 años del primer
grito libertario en América Latina
acompañado de su sequito, pero una
marcha de protesta convocada por la
Central Obrera Departamental de
Oruro le obligó a abandonar Oruro.

Esta marcha de protesta tenía como
objetivo expresar el rechazo por el
incremento de las tarifas del transporte
y la subida de los productos
básicos: el mejor homenaje que se
puede hacer a quienes encabezaron el
levantamiento de 1781 es luchando
como ellos por la justicia e igualdad
para los oprimidos. Oruro, la ciudad
minera, la ciudad luchadora a golpe de
dinamita, le recordaba a Evo lo que es
la emancipación. Al final de la marcha,
Jaime Solares del ejecutivo de la
central obrera, le exigía a Evo que
gastara solamente dos millones en la
compra de alimentos para el pueblo
de los más de 10 millones de dólares
en reservas obtenidos por el gobierno,
«nadie le va a cuestionar por eso»,
dijo. En un país donde los niños de 14
años trabajan en las minas, la revolución
que quiere llevar a cabo Evo
Morales no es otra que la de ser
comparsa de las multinacionales, pero
habla como si fuera el campeón del
socialismo.

Huelga general

El 19 de febrero la COB convoca huelga
general. «¡Evo, Evo cabrón!», gritaban los
manifestantes que comenzaron a congregarse
en El Alto para marchar 15 kilómetros
hasta La Paz. El estribillo, que alguna
vez perteneció a la oposición conservadora
de la Media Luna, lo entonan ahora viejos
aliados sindicales del presidente, simpatizantes
del Movimiento al Socialismo y votantes
del oficialismo, que se sienten frustrados con
la gestión económica del Gobierno.
Trabajadores, maestros, estudiantes
y profesionales acompañan
en las calles a la Central Obrera
Boliviana (COB), columna vertebral
de la reivindicación. El sindicato
convocó una huelga general de 24
horas para pedir un aumento salarial
del 30 por ciento. Insisten en
que sólo con esa cifra podrán hacer
frente al alza sostenida de los precios de
la canasta familiar y los transportes.

La mecha de la bomba inflacionaria la encendió
el Ejecutivo en diciembre, cuando eliminó
por decreto los subsidios a los combustibles,
provocando un efecto dominó sobre
toda la cadena productiva. Morales reconoció
su error y dio marcha atrás con ‘el
gasolinazo’, pero ya era tarde. El costo de
bienes de consumo básico, como el azúcar,
la leche y la harina, no dejan de subir desde
entonces. Según datos oficiales, la inflación
para Bolivia en 2010 fue del 8%. El Gobierno
estimó en 4% la de este año, pero a los pocos
días se corrigió y anotó 6%. La central
obrera, sin embargo, maneja cifras de estudios
privados que pronostican alzas de hasta
el 30%. Por eso no se conforman con el 7%
de subida salarial que promete el presidente.
En Oruro, Potosí y Cochabamba, los billetes
de autobús aumentaron hasta el 30%.

Al malestar por la inflación se suma la preocupación
por el desabastecimiento, sobre
todo, de azúcar. La única respuesta oficial
es que falta poco para abril, cuando comienza
la cosecha de caña. Mientras tanto,
los vecinos llenan las calles de colas para
conseguir algún kilo, traído de Brasil y vendido
a precio de especulación.
Por si fuera poco, Morales echó más leña
al fuego. «Con justa razón, la COB nos pide
reactivación del aparato productivo, lo que
significa nuevas industrias», dijo en rueda de
prensa. «Pero necesitamos plata, no sólo
vamos a gastar la plata en salarios. De verdad,
a mí me causa risa cuando dicen incremento
salarial del 40, 50, hasta 70 por
ciento. Es descabellado».

Su comentario aumentó el disgusto de
Pedro Montes, secretario ejecutivo de la
COB y hasta ahora cercano al presidente.
El sindicalista se había retirado de una negociación
con dos ministros, disconforme
con la propuesta gubernamental y con la
ausencia de Morales y del vicepresidente,
Álvaro García Linera, de la reunión, y respondió
con dureza a Evo: «El pueblo no
come porcentajes y no es descabellado para
el estómago de los bolivianos». Evo, Álvaro, el pueblo tiene hambre.

El trotskismo quiere tumbar al indio

En medio de este clima, el vicepresidente
Álvaro García Linera acusó a los
dirigentes trotskistas del profesorado. En
su opinión el trotskismo «no es
ultraizquierda sino es la ultraderecha
camuflada. Peligroso. Algunos de esos
dirigentes dirigen sindicatos, hablan de un
discurso revolucionario para que regresen
los de antes». En su discurso exhortó
a los dirigentes a desenmascarar a los
traidores en los sindicatos y buscar la
unidad en torno al liderazgo del presidente
Evo Morales, en contra del trotskismo
que «es la avanzada política de la extrema
derecha que en el pasado acabó con
gobiernos populares como los de Juan
José Torres y Hernán Siles Zuazo, para
dar paso a Hugo Banzer y Víctor Paz
Estensoro». Estas declaraciones van dirigidas
al Partido Obrero Revolucionario,
un viejo partido con más de 70 años de
historia, fundadores de la COB ,y a quienes
se deben las tesis de Pulacayo de la
central sindical. Éstas propugnan la independencia
de clase, el salario básico vital
y móvil, la semana de 40 horas y la escala
móvil de salarios, la caja de resistencia en
las huelgas, la ocupación de las minas y
el control obrero, el armamento de los trabajadores…
Las tesis de Pulacayo fueron
votadas por los mineros bolivianos en noviembre
de 1946, y son un
cuestionamiento de la propiedad privada
capitalista, justo lo contrario a lo que hacen
el gobierno de Evo Morales y el MAS.

La acusación de que el trotskismo es
la ultraderecha es el mismo verso estalinista
de siempre. Al MAS de García Linera
y de Evo Morales nunca los vamos a
calificar de ultraderecha, pero sí de ser
los cachorros de las multinacionales, de
no tocar ni un ápice la propiedad privada
de la burguesía. Los acusamos de traidores
a la clase obrera pues con el apoyo
de los trabajadores podían haber hecho
el cambio en Bolivia. Si gritar a los 4
vientos que las condiciones de los trabajadores
son nefastas en el altiplano y que
hay hambre y miseria es motivo para calificar
a cualquier dirigente obrero u organización
de ser de «ultraderecha», eso se
hace para confundir en medio de la situación
de lucha, y los dirigentes que lo hacen,
como Evo y Álvaro García, abren el
camino a la derecha boliviana provocando
el desencanto del pueblo de Bolivia ante
lo que están haciendo los dirigentes del
MAS: atacar las condiciones de vida cada
vez peores de los trabajadores bolivianos
mientras las multinacionales ganan más y
más dinero en Bolivia.

José Díaz de la Blanca

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