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Oriente Medio

Un año más en llamas

Muhittin Karkin, 11 de enero de 2008




Los últimos días de 2007 han sido testigo una vez más de
cómo el imperialismo puede imponer sufrimiento a los pueblos
por sus propios intereses en busca de hegemonía y beneficio:
el asesinato de Benazir Butto en Pakistán ha sido el último
eslabón de la cadena con que los EEUU intentan dominar Oriente
Medio y Asia Occidental. Independientemente de quién mató
a Butto (aunque todo apunte al servicio secreto militar de
Musharraf –ISI-), su asesinato abrió una crisis mayor cuyas
dimensiones pueden conducir a una presencia más elevada de
los EE.UU. (o la OTAN) en este país, como preludio a una posible
intervención en Irán y para controlar mejor Afganistán.

El conflicto de Turquía y el PKK

En Turquía, el ejército sigue bombardeado las bases del PKK
(Partido de los Trabajadores de Kurdistân) en el norte de Irak.
Según las declaraciones del gobierno turco, las bajas de la guerrilla
superan las 300. Además, ya hay una fuerte presencia del
ejército turco en la parte kurda de Irak para controlar el movimiento
de las milicias del PKK. Pero en su empresa, Turquía no
está sola: los puntos a los que tiene que bombardear, se los
facilitan los servicios militares de los EE.UU. fruto del acuerdo
que cerró el primer ministro turco, el islamista Erdogan, con el
presidente Bush a principios de diciembre en Washington. El
acuerdo es apoyado por la Unión Europea en el marco de la
“lucha contra el terrorismo”.

Por otra parte, a pesar de algunas quejas formales de Barzani,
el presidente del gobierno autónomo kurdo de Irak, referentes
a que el ejército turco está perjudicando las zonas civiles de
Kurdistân, sus peshmerges (milicias kurdas) están situadas en
las vías de comunicación y logística del PKK para aislarle en las
montañas y facilitar las incursiones del ejército turco. Esta operación
también forma parte del acuerdo entre Erdogan y Bush.
Barzani y Talaban, con sus querellas formales, simplemente
quieren lavar la cara ante la población kurda que puede tacharles
en cualquier momento de traidores al pueblo kurdo.

Ante este triple cerco, el PKK sigue llamando a un alto el
fuego y a negociaciones con el gobierno turco, que siempre
responde con un no rotundo. Sin embargo, el PKK también
empieza a emplear nuevas tácticas llevando su lucha armada
a las ciudades. El atentado con bomba, el 3 de enero, contra
un vehículo militar que llevaba estudiantes civiles en Diyarbakir,
la capital kurda en Turquía, con 5 estudiantes muertos y más
de 60 heridos, fue asumido por el PKK como “un acto sagrado
de autodefensa de nuestro pueblo contra los ataques salvajes
de un Estado terrorista.” Este atentado provocó un fuerte rechazo
incluso del DTP (Partido de La Sociedad Democrática, el
partido kurdo que tiene representación en el parlamento) y fortaleció
a la corriente ultra nacionalista turca. Así que la lucha
del pueblo kurdo por su derecho a la autodeterminación se
convierte cada vez más en una pelea entre dos aparatos, el
ejército turco y el PKK, que sufre actualmente un golpe muy
fuerte.

Irak, alianzas y acuerdos oportunistas

De Irak, la prensa internacional
habla con cierto “optimismo”,
y subraya el descenso
de las bajas estadounidenses
en los últimos meses. La interpretación
de ello es que el último plan
de Bush está logrando el sofocamiento
de la resistencia armada. Las
cifras son las que son, y es verdad que la
lucha armada está al nivel del 2003. Pero
esto no significa que el imperialismo ya tiene
un apoyo más amplio entre la población
iraquí que hace seis meses. Sin embargo,
ha habido un cambio importante en los
medios de 2007: al Qaeda se dividió, y un
sector importante empezó a colaborar con
la ocupación contra los que dirigía Abu
Musab al-Zarqaui, y logró la liquidación de
éste. La división llegó después de que los
EE.UU. prometieran a algunos jefes de
clanes sunníes que no iban a perder ni sus
tierras ni su influencia política y social en la
zona. La retirada de los militares británicos
de Basora también ha sido fruto de la cooperación
de Muqtada al-Sadr con la milicia
chií gubernamental contra los sectores
suníes.

Estos acontecimientos muestran el carácter
débil y oportunista de las alianzas en
Irak, sobre todo de las corrientes islamistas.
Una parte de los wahabíes en Chechenia
también se había separado de la resistencia
armada con las mismas preocupaciones,
abriendo paso así a la reconquista rusa
de la zona. Mientras no surja una alternativa
obrera y popular contra la ocupación en
Irak, será imposible detener la barbarie que
esta imponiendo el imperialismo en este país.

La crisis de Pakistán

Todo empezó en 1977, cuando el imperialismo
yanqui impuso la dictadura militar
de Ziya ul Haq en Islamabad, en el marco de
su política de crear un “cinturón verde”
(islamización de los países musulmanes desde
Indonesia hasta Marruecos) ante la creciente rebeldía
de los pueblos contra la dominación imperialista y para
limitar la influencia de la Unión Soviética en la zona. Fue entonces
cuando se empezó la fundación de cientos de escuelas
coránicas para preparar a los Talibanes (los Estudiantes). Tanto
las dictaduras de ul Haq y Musharraf, como los gobiernos “democráticos”
(y ciertamente corruptos y pro imperialistas) de
Benazir Butto y Nawaz Sharif entre las dos dictaduras, siguieron
la misma política de fabricación de fundamentalistas... hasta
que los EE.UU. decidieron cambiar su estrategia aceptando
que el movimiento islamista se le había escapado de las manos.
Pero lo que quedó detrás de esta política fueron países totalmente
desestructurados, divididos y casi en una guerra civil
permanente, como son hoy Pakistán y Afganistán.
El Presidente Musharraf es la cabeza del todo poderoso ejercito
pakistaní, que evidentemente no quiere perder sus privilegios
económicos (cada general es casi un terrateniente), sociales
y políticos. El sector fundamentalista de los militares tiene un
apoyo muy amplio en las tierras más conservadores del país,
sobre todo en el norte y noroeste. Parece que Butto surgió
como una posible solución para poder agrupar las estructuras
actuales de Pakistán con las políticas del imperialismo, franqueando
con tiempo a Musharraf y a los generales islamistas. Y
no funcionó.

Ahora, con millones de personas en las calles pidiendo aclaración
y justicia, sin una dirección clara, Pakistán se dirige hacía
una situación revolucionaria pero bastante caótica. Durante los
últimos meses, la izquierda pakistaní hacía un esfuerzo para
organizar un reagrupamiento que pudiera presentarse a las elecciones,
sin embargo, la propia situación arrolló a la débil vanguardia
obrera, que no pudo llevar a cabo su consigna de huelga
general de tres días tras el asesinato de Butto.

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