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Asalto al consulado de EEUU en Libia

El islamismo militante, la izquierda mundial y la lucha de clases en el Norte de África y Oriente Medio

José Díaz Sánchez de la Blanca, 27 de octubre de 2012




El 11 de septiembre, en Benghazi una multitud asaltaba la embajada de EEUU como reacción a un vídeo insultante contra el Islam y el sentido común. Rápidamente las protestas se extendían a casi todos los países de la zona, con el resultado de todos conocido: el embajador y cuatro personas muertas. No es la primera vez que se asaltan las embajadas de EEUU, ya ha ocurrido en muchas ocasiones en Irán, Túnez, etc...

Estas acciones son llevadas a cabo por militantes islamistas, la misma ideología que llevó al poder a los ayatolah en Irán en 1979 en su lucha contra el Sha, los que combaten contra la invasión yankee en Afganistán, los que gobiernan en Gaza y se oponen al reconocimiento de Israel, los que en Líbano combaten las ocupaciones sionistas, los que combatieron en Irak y están encarcelados en Guantánamo, los que mandan brigadas internacionales a luchar a Libia, Siria, Irak, allí donde reine la injusticia. Como un amigo mío dice, el internacionalismo islámico se posiciona, todo este movimiento se da en medio de un proceso de cambio en la zona que nosotros lo llamamos revolución y otros lo llaman simplemente contrarrevolución. ¿Qué dice la izquierda mundial sobre esto? ¿Cómo lo utilizan los EEUU?

Una caracterización del islamismo

Sin duda el referente mundial revolucionario está hoy en Chávez, Castro, Morales, Correa y su posición ha sido clara en las revoluciones árabes: poco apoyo a las movilizaciones en Túnez y Egipto, total apoyo a Gadafi y Bashar en Libia y Siria. Su posición se basa en que en Libia antes y ahora en Siria había gobiernos antiimperialistas y que todo estaba orquestado desde el exterior para apoyar a mercenarios armados hasta los dientes por la CIA. Estos mercenarios, según ellos, son los islamistas, a los que de alguna manera clasifican a su gusto: si son islamistas iraníes son buenos pues son antiimperialistas, y da igual que lapiden a mujeres por adulterio o que las obliguen a vestir de manera decente; si son de Hezbollá también son buenos pues combaten a Israel, da igual que el partido de dios sea burgués y antisocialista; si son de Hamas son medio buenos pues combaten a la resistencia israelí pero ya se los empieza a ver el plumero con Qatar y callan cuando se encarcela a sindicalistas por celebrar el primero de mayo; si son los talibanes no se definen claramente; ahora bien, si estos islamistas son libios, son muy malos y si son sirios malísimos. Todo parecería indicar que los chiitas son buenos y los sunitas son malos para el eje bolivariano. En cuanto a nosotros, discrepamos de estas caracterizaciones; para nosotros el islamismo, ya sea chiíta o sunita, tiene una definición: por un lado es producto del movimiento antiimperialista en la zona y se enfrentan a EEUU, Israel y las potencias occidentales; y por otro es totalmente reaccionario, llegando a rozar los métodos fascistas, un enemigo de los socialistas revolucionarios y de la clase obrera mundial. El islamismo militante tiene un doble carácter, pues por un lado arrastra tras él a las capas más empobrecidas de la sociedad y por otro lado sirve de tapón a la revolución. Este doble carácter se demuestra también cuando defendemos a los presos de Guantánamo que lucharon en Irak y cuya libertad demandamos si los encarcela EEUU y de los que no decimos nadas si son asesinados en cárceles de Libia o Siria, aunque son exactamente los mismos. ¿Como explica Chávez que los mismos que son armados hasta los dientes por la CIA, en apenas seis meses maten al embajador de EEUU en Benghasi? Nosotros lo explicamos dentro del contexto revolucionario que se vive en la zona, que hace más débil al imperialismo, dirija el proceso quien lo dirija, pues este proceso ha roto el statu quo de la región de la zona, cuyo centro es el estado de Israel como garante del orden económico y político y del que formaban parte Ben Ali, Mubarak, Gadafi, Bashar, socios del imperialismo aunque por la boca pequeña soltasen discursos contra Israel.

Como combatir al islamismo que asalta embajadas imperialistas

La izquierda calla ante la muerte del embajador de EEUU porque no sabe qué decir. Los más amigos de Gadafi dicen que les está bien empleado por haber liado la que liaron en Libia: si no hubieseis apoyado a los rebeldes libios, amonestan, no os hubiesen matado al embajador. Y como si fueran consejeros del imperialismo, les advierten de que puede pasarles lo mismo en Siria, y de que les está pasando lo mismo en Egipto. Petras lo dice así: “el régimen de Obama condujo la guerra aérea y marítima que devastó la economía de Libia, destruyó su integridad nacional y permitió que una gran cantidad de grupos fundamentalistas terroristas extranjeros y nacionales se hicieran con el control de vastas regiones del país. Washington y la UE lanzaron en paracaídas al gobierno a un variopinto grupo de clientes expatriados sin apoyar a ninguna de las instituciones del Estado. Los fundamentalistas islámicos, los clanes, las bandas, los tribalistas, monárquicos y docenas de otros señores de la guerra locales que la UE y Washington financiaron, armaron e importaron para derrocar a Gadafi hicieron mucho más: destruyeron todo el tejido de la sociedad civil organizada, el Estado y la autoridad pública. Frente a un mundo hobbesiano y caótico de feudos en guerra, muchas gentes han retornado a sus grupos primarios —familia, clan, autoridades religiosas, que pudieran ofrecer cierta protección mínima en el hogar, en la calle y en el lugar de trabajo. El asalto al consulado de Estados Unidos ha sido sólo uno de los miles de ataques violentos contra la propiedad y las autoridades nacionales, regionales y locales. La propia policía, el ejército y los ministerios están infiltrados por facciones armadas religiosas y laicas que pretenden asegurarse los escasos ingresos del petróleo para su grupo particular”.

Lo que no dice es que asaltar una embajada y matar al embajador es un acto antiimperialista y fiel reflejo de lo que sucede en la zona. Podremos estar de acuerdo o no con el método, pero asaltar una embajada de la mayor potencia mundial, la que asesina y da golpes de estado en Venezuela, por ejemplo, es un atentado “contra el orden establecido”, un ataque “contra la autoridad nacional y la propiedad”, sí señor, pero es que de eso se trata en una revolución. Lo que ya es insultante es que, al mismo tiempo que habla de un atentado contra el estado y la autoridad publica, niegue que eso sea una revolución. ¿Democrática? ¿Socialista? Podemos discutir de eso largamente, pero es una revolución como la copa de un pino y justo por lo que dice Petras. Lo que dicen aún menos -y nosotros no vamos a callar- es que si estos islamistas crecen políticamente no es más que por la total inoperancia de una parte de la izquierda mundial y árabe, que lo único que ha hecho ha sido dejar el campo antiimperialista y de la lucha de clases abandonado, apoyando a dictadores salvajes al estilo de Videla, Pinochet o Franco y en algunos casos haciéndoles pasar, como en el caso de Gadafi, Bashar o Ahmedineyad, como lideres antiimperialistas, aunque al mismo tiempo asesinen a los comunistas del Tudeh en Irán, tal y como hicieron antes con Sadam Hussein cuando invadía Kuwait o asesinaba kurdos o ahora con Nasralla callando su carácter de clase burgués. La única manera de hacer frente a la influencia islamista, en Líbano, Palestina, Libia o Siria, es apoyando totalmente estas revoluciones, luchando contra sus dictadores y denunciando al islamismo por inconsecuente, pues para romper con el imperialismo hay que dar de comer a los trabajadores nacionalizando la tierra, el petróleo, etc... y esto el islamismo no lo hace pues además de religiosos son burgueses, de segunda división en comparación con Obama, pero burgueses. Sí, no queda otra, por más amargo que resulte. La denuncia del islamismo en sí no vale para nada si no se denuncia a los que tienen el poder en la zona y no se lucha contra ellos, acompañando el proceso y no riéndose de el como hace la izquierda mundial, llámese Chávez, Castro o PCE. Estas revoluciones son producto de la situación de injusticia en la zona, de la falta de libertades y la miseria. Y esto es lo que hay que denunciar, como hicieron en Túnez en la cuenca minera contra Ben Ali, haciendo huelgas por el trabajo, insurrecciones y ahora contra Nahda también, pero desde la barricada, denunciando al salafismo y al gobierno como instrumentos del capital.

En este contexto, ¿no es llamativo que los gobiernos de Cuba y Venezuela, a través de sus ministerios de Relaciones Exteriores, se sumen a la condena internacional por el ataque terrorista perpetrado contra el Consulado de Estados Unidos en Bengasi, Libia, donde murió el embajador norteamericano Chris Stevens junto a otros miembros de la legación diplomática? ¿De que antiimperialismo hablamos?

La reacción de los EEUU

Lo primero que hace Obama es mandar aviones a la zona, calificando el acto de terrorista (no deja de ser también muy curioso que los que defendían la no intervención militar en Libia hace unos meses ahora callan ante los aviones que manda USA) y solicitando la disolución de las milicias libias. A sus órdenes se pone el nuevo gobierno libio y rápidamente convoca a una manifestación en Bengasi de apoyo al gobierno y por la disolución de las milicias. Que los lideres libios lloren por el asesinato del embajador es normal, también es normal que quieran el desarme de las milicias para tener ellos todo el control; lo que no es normal es que las milicias calificadas de “mercenarias de la CIA” e “imperialistas” se enfrenten con el gobierno libio y asalten una embajada imperialista. Lo mismo paso en Afganistán con los talibanes cuando luchaban contra la URSS y ahora se les ha vuelto en su contra. Los marxistas deberíamos estar acostumbrados y analizar estas contradicciones, indisociables de las luchas de los pueblos y los marcos geoestratégicos. Pero igual que en su momento se pidió la salida de la URSS de Afganistán, y la salida de USA de Afganistán, ahora hay que pedir que se vayan los EEUU de Libia, de Siria, que sea el pueblo el que decida su destino. El imperialismo puede llegar a acuerdo con los islamistas, claro que si, pero con lo que no va a llegar a ningún acuerdo es con el pueblo árabe en su conjunto en torno a la supervivencia de Israel y del reparto de los recursos energéticos de la zona. Es desesperante comprobar cómo EEUU quiere parar estas revoluciones en la zona, controlarlas políticamente, es por eso por lo que interviene en Libia, no para “tirar a un gobierno del pueblo”, sino para que no se les escape nada de las manos. Desgraciadamente para la izquierda mundial, lo primero que se les escapa a los imperialistas es el islamismo, que es quien les da dolores de cabeza, en Rafah, en Gaza, en Siria, o en Túnez, apoyando revoluciones legitimas del pueblo, mientras otros se ríen de ellas y dejan vía libre al islamismo. En las calles de Libia hay mucho poder y eso es con lo que quiere acabar EEUU; por eso rápidamente llama al desarme de las milicias en Libia y no mueve un dedo para ayudar a la resistencia siria. Aunque algunos digan que están armados hasta los dientes y son de la CIA, oponerse a estas medidas de los EEUU y del nuevo gobierno libio es ser antiimperialista, no apoyar a los tiranos de la región.

La izquierda mundial en bancarrota, tenemos que reaccionar

Esta reflexión no es sólo una reflexión; trata de ser un llamamiento a toda la izquierda mundial -a Chávez, a Castro, a los Partidos Comunistas- para que abandonen su política y apoyen con todo a las revoluciones árabes, porque es justo, porque es la única manera de acabar con la influencia islámica y con el imperialismo y sobre todo por una cosa: su pretensión de que estas revoluciones han sido patrocinadas por EEUU, armadas por la CIA a través del islamismo y de “mercenarios” o “ratas”, como ellos los llaman, y también por Israel, se ha revelado completamente falsa, como lo demuestran los asaltos a las embajadas, las manifestaciones contra Israel y las miles de huelgas que se están dando en todos estos países. Esto no hace más que comenzar; todavía hay tiempo; el proceso es largo y no debemos hacer como en Irán en 1979, durante la revolución contra el Sha, que se pasó de ella y se dio el triunfo a los ayatolah; no hagamos tampoco como en Palestina, donde se le dio un cheque en blanco a la OLP firmando los acuerdos con el imperialismo y se fortaleció de esa manera a Hamas; no hagamos como en el Líbano en 1982, donde, ante la entrada de Israel, se le dio un cheque en blanco a Hezbola; no hagamos como en Irak apoyando a un régimen asesino de kurdos que se lanzaba a una guerra contra Irán por orden de EEUU; no hagamos como en Afganistán cuando entró la URSS y, como nos parecía la referencia y el faro que iluminaba el mundo, callamos, y así los islamistas asumieron las tareas y el prestigio de la liberación nacional; o en Chechenia donde ocurrió lo mismo que en Afganistán pero está vez sin la URSS; o en Túnez, donde no hubo ni una sola declaración de solidaridad desde la izquierda institucional latinoamericana tras la caída de Ben Ali; o en Egipto, donde un dictador que campaba a sus anchas con el apoyo de EEUU dominaba todo en complicidad con Israel, provocando la miseria de los trabajadores, no despertó ninguna solidaridad por parte de la izquierda mundial, que no convocó ni una sola manifestación masiva en el mes que precede a la caída de Mubarak; o como en Libia, pintando a un tirano loco -y burgués como el que más- como si fuera un antiimperialista y defendiéndolo ante aun pueblo que clamaba su caída con argumentos falsos para que ahora sean los islamistas los que toman al asalto las embajadas estadounidenses. Estamos a tiempo todavía porque en Siria se juega una batalla crucial contra otro tirano y si esto sigue igual otra vez los islamistas se harán fuertes por nuestros errores; la clase obrera del norte de África y Oriente Medio tiene que ver manifestaciones en Europa y en Latinoamérica, a la que deben ver como un faro para su revolución y como un apoyo. De otra manera, tras la caída de Bachar no nos callemos o nos echemos a llorar cuando los islamistas sirios asalten los altos del Golán y quemen al embajador americano y el CNS o el gobierno títere de turno llame a la paz, al orden y al desarme de las milicias que atacan a Israel. Entonces será muy tarde ya, se nos habrá pasado el tiempo, y repetiremos de nuevo el sermón sobre los islamistas fascistas: que estas revoluciones no valieron para nada. No decimos lo mismo de la revolución portuguesa, por ejemplo, y mirad como está Portugal ahora; o de la sandinista y mirad como esta Nicaragua ahora. Todavía hay tiempo de rectificar, como la izquierda hizo en el 59 con Cuba, donde un barbudo -como los islamistas- armado por la CIA, según decían los comunistas oficiales, junto al “aventurero” Che Guevara, tomó el poder; los mismos que lo criticaban entonces lo endiosan ahora, como los mismos que criticaban la revolución iraní contra el Sha la endiosan ahora porque lucha contra Israel. Hay tiempo de que la izquierda se sitúe correctamente en el proceso revolucionario; mañana no lloremos por como está el mundo si no hemos actuado hoy.

Petras hace este balance de las revoluciones:

“La llamada “Primavera Árabe” es un recuerdo lejano y amargo para quienes combatieron y lucharon por un mundo mejor, por no hablar de los miles que perdieron la vida o su integridad física.

En su lugar, en todo el mundo musulmán, una nueva oleada de políticos reaccionarios, corruptos y serviles han tomado las riendas del poder apoyados por los mismos militares, la misma policía secreta y el mismo poder judicial que sostuvieron a los gobernantes anteriores [2]. La muerte y la destrucción es rampante; la pobreza y la miseria se han multiplicado, han quebrado la ley y el orden, matones reaccionarios han tomado el poder político cuando antes eran una fuerza marginal. Los niveles de vida han caído, las ciudades están devastadas y el comercio está paralizado. Y presidiendo este “Invierno árabe” se encuentran las potencias occidentales, Estados Unidos y la Unión Europea —con la ayuda de las monarquías absolutistas despóticas del Golfo, su aliado turco y un ejército variopinto de mercenarios terroristas islamistas y sus posibles portavoces del exilio”.

El mensaje de Petras es claro: chavalotes, no habéis hecho nada más que fortalecer al imperialismo, mejor haberse quedado en casa sin comer, o en la cárcel de Kasherine o Abu Salim, vuestro esfuerzo fue en vano, ahora estáis peor, Ben Ali mantenía a raya a los islamistas, también a los huelguistas mineros de Redeyef. No hay diferencia entre el mensaje de Petras y el del imperialismo americano y europeo en la zona hasta hace apenas dos años: los dictadores contienen a los barbudos. Son mensajes como éste los que hacen crecer a los barbudos. En cambio, un revolucionario marxista describiría así el proceso: acabasteis con un tirano que no daba mas que cárcel y miseria, vuestra lucha cuenta con todo nuestro apoyo, cayo Alí Baba pero se quedaron los cuarenta ladrones, os quieren robar la revolución, no lo permitáis, la misma policía que os reprimía y encarcelaba con Ben Ali es la que manda, la que mató a vuestros hijos sigue reprimiendo en la calle, el ejercito que os asesinó sigue intacto, la miseria y el paro es el mismo, las multinacionales ganan millones, por eso es necesaria una segunda revolución que rompa con el imperialismo y nacionalice sus empresas, por el pan el trabajo y la libertad.

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