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La cuestión nacional en la revolución rusa

, 16 de febrero de 2013




Hace tres años, en la escuela
de verano del partido, estudiamos
con detenimiento la revolución rusa. Uno de
los apartados en que profundizamos fue la cuestión nacional,
tratando de aprender de la historia. Hoy, cuando vuelve a ser polémica
en parte de la izquierda la unidad de la clase versus la cuestión nacional,
queremos refrescar aquellos análisis a fin de ayudarnos en la concreción hoy y aquí de una
política que realmente sea de unidad de clase. Ese objetivo fue el que marcó la política bolchevique,
ajustando una y otra vez las propuestas a fin de hacerlo como sólo se podía hacer, respetando las
cuestiones democráticas, y en particular los derechos nacionales en un territorio procedente de la
cárcel de pueblos que fue el zarismo.

Aprender de esa voluntad de buscar soluciones políticas –muchas de ellas totalmente empíricas, en
ese primer estado obrero-, que acercaran a una real unidad de la clase y no simplemente a una rutinaria
consigna de propaganda que, en cuanto la revolución avanza tiene que concretarse, necesariamente,
en pasos en uno u otro sentido, fue la voluntad que tuvimos en aquella escuela. De esa necesidad de
unidad de la clase nace nuestro internacionalismo, y como los bolcheviques repitieron y buscaron, ella
sólo es posible, sobre la base de la voluntariedad y no de la coerción. Aquella política bolchevique,
enmarcada en la guerra de las potencias imperialistas contra la revolución, y en plena guerra civil
contra el Ejército Blanco, toma una dimensión aún mayor, pues no cae en la tentación de reducirlo a la
centralización que impone la situación militar, sino que pone en el centro el programa revolucionario.
Errores a buen seguro los hubo, pero esa línea de ser fiel a las ideas, aún en las situaciones más
difíciles, da un valor incuestionable a la política bolchevique.

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