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La cara oculta de la crisi en los países desarrollados

Pobreza energética

Anna Morelló, 19 de marzo de 2013




Si leemos en un titular «pobreza
energética», la primera
imagen que se nos viene a la
mente corresponde a esta
mitad de la población mundial
que depende de fuentes de
energía de baja calidad como
biomasa, maderas, residuos de
los cultivos o del ganado, para
poder satisfacer sus necesidades
energéticas. Zonas con un
nivel importante de subdesarrollo,
con graves deficiencias
en las infraestructuras necesarias
para poder proporcionar a
la población un acceso a
fuentes de energía como la
electricidad.

Otra imagen que nos puede
acudir a la mente es la de
personas pobres que viven en
colectivos marginales en
nuestros países desarrollados.

Pero la realidad supera a estas
imágenes estereotipadas que
podemos tener de una familia
en situación de pobreza
energética. Para ello hemos de
tener claro cuándo consideramos
que un hogar se encuentra
en esta situación.

Se considera que un hogar
está en situación de pobreza
energética cuando es incapaz
de poder pagar la cantidad de
energía suficiente para satisfacer
sus necesidades domésticas
y/o cuando se ve obligado
a destinar una parte excesiva
de sus ingresos a pagar la
factura energética de la vivienda.

La pobreza energética se está
convirtiendo en la cara oculta
de la actual crisis económica.

Cierto que no es un problema
nuevo, pero durante las últimas décadas,
hasta la llegada de la actual
situación de grave crisis económica,
estaba relacionada con otras
formas de pobreza y exclusión social
por los que dado su carácter
eminentemente doméstico y especialmente
difuso, la pobreza energética
es un fenómeno que ha permanecido
prácticamente invisible y
especialmente para las administraciones
públicas que no le han dado
la importancia que tiene.

En España no encontramos estudios
serios de cómo afecta a la
calidad de vida y a la salud una
situación de pobreza energética. El
primer país que ha elaborado estudios
serios sobre esta problemática
es el Reino Unido. El primer paso
para poder realizarlos es definir
parámetros claros.

Los parámetros que se consideraron
en el Reino Unido para realizar
sus estudios son:

- que el peso del gasto en energía
no represente más del 10% de los
ingresos

- que no sea posible mantener la
temperatura del hogar, durante los
meses de invierno, por encima de
los 18ºC.

La Asociación de Ciencias Ambientales
ha tomado estos
parámetros como base para elaborar
una primera estimación según la
cual en el 2010 cerca del 10 % de
los hogares españoles se encontraban
en situación de pobreza energética.

Para ello ha utilizado los datos
recogidos en dos fuentes estadísticas
de libre disposición que son
La Encuesta de Presupuestos Familiares
(EPF) y la Encuesta de Condiciones
de Vida (ECV).

Según un artículo publicado en
Kaosenlared en diciembre del 2012
se calcula que ya afecta al 15% de
los hogares, y La Cruz Roja advierte
en declaraciones que en enero del
2013 4 millones de españoles son
ya «pobres desde el punto de vista
energético».

Ocupar una vivienda con temperaturas
inadecuadas durante el invierno
o con moho y humedades tiene
efectos sobre la salud. Por esta
razón, la pobreza energética está
relacionada con una mayor prevalencia
de enfermedades físicas y
mentales que afectan más intensamente
a segmentos más vulnerables
como niños, adolescentes y
ancianos. En España la tasa de
mortalidad adicional en invierno se
sitúa en el 21% y es junto con las de
Portugal e Irlanda una de las más altas
de Europa.

Según estudios, basados en datos
de la Comisión Europea, en nuestro
país la pobreza energética provoca
ya entre 2.300 y 9.300 muertes
prematuras en invierno. Una cifra
superior a los muertos por accidentes
de tráfico en la actualidad.

Causas que generan la
pobreza energética.

Podemos enumerar tres como las
principales causas de la pobreza
energética en países del sur de Europa
como es España, que también
nos servirían para estudiar la situación
en países de la zona como
Grecia, Portugal o Italia. Estos son
los bajos ingresos económicos de las
familias, altos precios de la energía
y construcciones de calidad insuficiente
a pesar de su alto coste.

Las tres causas están entrelazadas.
La evolución de los salarios a
la baja y el incremento de los precios
de la energía aceleran el incremento
de familias en situación de
pobreza energética.

Un breve análisis de cada una de
las causas nos permite ver cuál será
la perspectiva de la evolución de la
pobreza energética.

- Construcciones de calidad insuficiente.-
En España, así como
en la mayoría de los países del sur
de Europa, no se ha establecido ninguna
normativa que regule de forma
clara cómo tienen que ser las
construcciones de manera que se
consiga el máximo ahorro de energía.

En la mayoría no hay aislamiento
térmico en las paredes ni en los
cierres (ventanas, balcones). Esta
situación se da tanto en construcciones
antiguas como en las más
recientes a pesar de sus altos precios.

Sólo en viviendas de muy alto
standing, y no siempre, se aplican
las técnicas de construcción que
permiten un importante ahorro energético.

Muchas de estas medidas
sí que son obligatorias y se aplican
de forma general en el resto de Europa.

Esto tiene una repercusión directa
en el coste de mantenimiento de
la confortabilidad de estas viviendas.

En verano pueden llegar a temperaturas
demasiado altas y en invierno
la temperatura desciende rápidamente
a valores muy bajos. Lo
que conlleva la necesidad de un alto
consumo de energía (electricidad,
gas) para poder mantener una confortabilidad
que se podría conseguir
con otras medidas mucho más económicas.

Poder adecuar las viviendas a las
condiciones de máximo ahorro energético
requiere una inversión que las
familias no pueden asumir en una
situación de crisis.

- Bajos ingresos económicos.-
En nuestro país, poder disponer de
la suficiente energía para satisfacer
las necesidades básicas sólo depende
de la capacidad económica para
poder pagarla a las grandes compañías.

La capacidad de
autogeneración de energía, que ya
en este momento permite la tecnología
actual, es prácticamente inexistente.

El poder adquisitivo de la mayor
parte de la población española ha
experimentado un importante descenso
desde el inició de la crisis y la
situación empeora día a día.

La explosión de la burbuja inmobiliaria,
el cierre de muchas empresas
y otros efectos de la crisis,
incrementan la lista del paro que hoy
afecta ya a más del 25% de la población
activa. Hay hogares en los
que todos sus miembros se encuentran
sin trabajo, con prestaciones de
paro que llegan a su fin y sin perspectivas
de poder incorporarse de
nuevo al mercado laboral en condiciones.

La última Reforma Laboral que
recoge las directrices que marca el
BCE para España, en las que recomienda
«relajar la legislación de protección
de desempleo» y la reducción
del salario mínimo, lo que conlleva
que la capacidad económica
media de la población española sea
cada vez menor aunque tiene que
seguir haciendo frente a sus obligaciones
económicas.

Para muchas familias, la principal
obligación económica es pagar la
hipoteca para no ser desahuciados
y perder su vivienda a manos de los
bancos. Los demás gastos se ajustan
al máximo y el «ahorro energético» es uno de ellos.

- Desregulación e incremento del
coste de la energía.-
La dependencia
de la mayor parte de la población
de las grandes compañías energéticas
es total. Sólo una pequeña
parte puede autoabastecer una parte
de sus necesidades. En algunas
poblaciones rurales se utiliza la
biomasa para la calefacción y agua
caliente, pero siguen dependiendo
para el consumo de electricidad.

La subida del precio de la electricidad
desde el 2004 es del 80% y
se espera para este 2013 que siga
subiendo. Desde los años 90, en que
la electricidad era considerada un
servicio público y los precios de la
misma eran determinados
administrativamente para todos los
usuarios, el sector eléctrico ha funcionado
con un mecanismo de
reasignación de rentas. Los pequeños
usuarios siempre hemos pagado
más de lo que valía permitiendo
que los grandes sectores industriales
pagaran mucho menos por ella.

En los últimos años se ha
incrementado el uso de la electricidad
como única fuente de energía
en muchos hogares. Esto unido a
la subida constante de su precio lleva
a que un porcentaje mayor del
presupuesto familiar se tenga que
destinar a cubrir estas necesidades.

También el gas y el butano, han
incrementado su precio en los últimos
meses

No podemos combatir la
pobreza energética sin un
cambio del modelo
económico y energético

Las causas que conducen a una
situación de pobreza energética no
son coyunturales y con una perspectiva
de solución dentro de los
márgenes de la economía de mercado
que aplica la UE y España
como miembro de ella. Por una parte
la tendencia del incremento de
los precios de la electricidad y del
gas, a la que no se le ve fin, y por
otra la aplicación de la actual Reforma
Laboral, que comporta una disminución
importante del poder adquisitivo
en el conjunto de los trabajadores.

Nuestro modelo económico
prioriza por encima de todo explotar
todos los sectores económicos
que puedan dar amplios beneficios
por ser estratégicos para el desarrollo
de la vida. El sector energético
es fundamental, no podemos
vivir sin energía, por ello las políticas
neoliberales de las últimas décadas
han potenciado y casi obligado
a la privatización de este sector
que en sus inicios estaba en
manos de los estados o con una
fuerte regulación pública.

Ahora, si uno no puede pagar la
factura, rápidamente las compañías
le cortan el suministro sin contemplaciones.

Ninguna legislación les
obliga a tener en cuenta la situación
económica de los abonados y
a mantener el suministro cuando
está en peligro la salud de las personas.

En Grecia, donde a consecuencia
de la crisis una parte importante
de la población se encuentra en
situación de pobreza, este invierno
se ha producido un importante incremento
de la utilización de la
biomasa para calentarse como única
fuente de energía por falta de
recursos económicos. Se ha detectado
un incremento de la
deforestación incluso de árboles
centenarios.

En España se ha detectado un
incremento del uso del butano.
Durante los últimos años había disminuido
su consumo a favor de la
electricidad y del gas canalizado.
Pero su precio, más económico, y
el no estar sujeto a un contrato de
suministro con una tasa fija, ha potenciado
su uso sobretodo en calefacción.

El acceso a la energía no es un
privilegio sino una necesidad básica

para nuestra supervivencia y
como tal hemos de exigir un nuevo
modelo energético.

Una primera reivindicación urgente
es exigir a los poderes públicos
una normativa que impida dejar sin
suministro a ningún hogar por problemas
económicos, y que regule
el precio de manera que la factura
energética no represente más del
10% de los ingresos.

A esto hay que añadir la lucha
por conseguir la expropiación y la
renacionalización de las grandes
compañías energéticas. Y en paralelo,
pedir la priorización de un
cambio del modelo energético que
fomente la producción de energía
eléctrica a nivel local, deslocalizada
y en manos de los usuarios. La
actual tecnología para la producción
de energía eléctrica a partir de
la eólica o solar lo permite, pero
hasta la fecha sólo se ha permitido
la creación de grandes parques
eólicos en manos de las grandes
compañías, de manera que nadie
se pueda desconectar de ellas.

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