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Grecia

La televisión pública, en manos de los trabajadores

Cristina Mas, 2 de julio de 2013




El 11 de junio el gobierno
griego anunció, por decreto y
por sorpresa, el cierre de la
ERT, la radiotelevisión pública
(tres cadenas de televisión,
nueve de radio nacionales y 19
locales, además de la orquesta),
y el despido fulminante de
sus 2.656 trabajadores. Después
de años de sufrir recortes
los trabajadores tenían dos
opciones: irse a casa y engordar
las listas récord del paro
(26,8% oficial) o quedarse en
sus puestos de trabajo tomar
la cadena en sus manos. Y eso
es lo que hicieron y siguen
haciendo tres semanas después.

Su movilización
y la del conjunto
de los trabajadores
griegos abrieron
a la crisis más
grave que ha sufrido
el primer ministro
Samarás
desde que llegó al
gobierno, hace
un año y que le
ha costado la retirada
de uno de
sus socios.

Cuando, sólo seis horas después
del anuncio del cierre, la policía desconectaba
los repetidores, ya había
decenas de miles de personas ante
la sede de la radiotelevisión, y la emisión
se había montado la emisión por
internet. Los trabajadores de los medios
privados convocaban una huelga
de solidaridad que al día siguiente
se convertía en huelga general.
Después, la asociación de televisiones
europeas daba su señal por
satélite para la emisión continuara.
"Había rumores de más despidos
(somos 620 periodistas, cuando
hace tres años éramos 1.300), pero
no esperábamos el cierre. El gobierno
tenía que saber que no se
puede simplemente apagar el interruptor
de una televisión pública",
explica Dora Marki, corresponsal
de la ERT en Madrid. La sentencia
del Tribunal Supremo, que avalaba
los despidos pero ordenaba
restabilir inmediatamente la señal a
la cadena quedó en papel mojado
y el gobierno no devolvió la señal.

La emisora no ha parado de funcionar
bajo control de los trabajadores,
a pesar de las amenazas: primero
la orden de desalojo, que la
policía no ejecutó por el fuerte apoyo
social a la ocupación de los trabajadores;
después la amenaza del ministro
de finanzas que quienes continuaran
en las instalaciones no cobrarían
la indemnización de despido.

El cierre fulminante de la ERT llegó
después de que el gobierno griego
no lograra cerrar con Gazprom
la privatización de la compañía
eléctrica. Samaras se ha comprometido
con la troika a despedir
2.000 funcionarios antes del verano,
4.000 a finales de año y 15.000
a finales del año que viene. "Todo
el mundo sabe que la principal preocupación
de este gobierno son las
privatizaciones y siempre ha usado
cualquier excusa para poner la ERT
en el punto de mira", explica la corresponsal.
Y recuerda que la cadena,
que se financia con una tasa
de 4 euros mensuales que los griegos
pagan con el recibo de la luz,
deja beneficios a las arcas públicas.
"Un periodista con más de 25 años
de experiencia no gana más de
1.200 euros: otra cosa son los consejeros
y las producciones externas".
El objetivo no era, pues, ahorrar,
sino evitar cualquier voz incómoda
y dar más mercado a las cadenas
privadas.

El cierre de la televisión griega supone
un peligroso precedente. Aquí
ya hemos visto el desmantelamiento
de Telemadrid y Canal 9 y el primer
ERE en la Corporación Catalana de
Medios Audiovisuales, que puede
suponer 400 despidos.
Por eso invitamos
a la corresponsal
de la ERT a hablar
en la segunda asamblea
de “Mitjans en
Lluita” y enviamos
comunicados de solidaridad
a los compañeros
griegos.

Samarás ha querido
dar un puñetazo
sobre la mesa, para
demostrar a la troika
que está dispuesto a
todo y para exibit el
aplastamiento de la televisión pública
como un aviso a navegantes.
Pero la jugada le puede acabar costando
cara porque el pueblo griego
ha reaccionado a una situación de
emergencia: sabe que los medios
públicos le pertenecen y que los necesita
para afrontar la realidad actual
y la futura. Y los trabajadores
de la ERT que debían ser utilizados
como un ejemplo de derrota, se han
convertido en todo lo contrario: la
demostración de que se puede luchar.

De una televisión pública recorte
hemos pasado a una televisión
pública bajo el control de los trabajadores.
Muchos pensarán que
por ellos sí vale la pena.

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