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Adiós a Conxa Pèrez, una de las últimas milicianas de la revolución del 36

, 8 de mayo de 2014




El 17 de abril murió Conxa Pérez a los 98 años. Para recordarla como miliciana -al margen de las diferencias políticas- reproducimos extractos de una entrevista realizada por Xema Bofill para la revista Sinpermiso, cuando Conxa tenía 95 años.

Conxa es una de las pocas milicianas vivas que ha participado en la Revolución del 36. Participó en el asalto al cuartel de Pedralbes en Barcelona, la confiscación de armas y la lucha contra los militares golpistas que se alzaron contra la República. El mayo de 1937 fue herida tras ser enviada para conseguir información sobre lo que sucedía en el centro de la ciudad. Durante la dictadura franquista vendió bisutería en el Mercat de Sant Antoni. Era un lugar de encuentro de libertarios.

(...) Hay poca gente que lea tanto como tú. ...

Pienso leer hasta el día antes de que muera, por decir alguna cosa.

¿Qué formación tuviste?

Me formé como anarquista pronto, ya que mi padre fue uno de los fundadores de la CNT y mi hermano mayor también era anarquista. En mi casa se celebraban reuniones. Venían amigos de mi padre y nos enterábamos de cosas. A la escuela fui muy poco. No me gustaba ir a la escuela. Cuando me veía allí cerrada, me iba y me estiraba por los campos y me sentaba en algún tronco a leer. En Les Corts, donde había muchos campos de verduras.

¿Fuiste a las escuelas racionalistas?

Tampoco. Cuando yo era pequeña no había, era la dictadura de Primo de Rivera y las clausuró. Iba a las escuelas normales, públicas, donde pagábamos un poco. Lo que pasa es que a mi padre lo encerraban en prisión cada dos por tres y me sacaban de la escuela porque no podía pagar. Éramos seis hermanos. Y cuando salía de prisión me volvían a llevar a la escuela, pero quizás ya no era la misma escuela. Mi padre quería que aprendiésemos. Total, que me hice mayor y no tenía ningún estudio. He sido autodidacta.

Dices que te gustaba leer Sí, me he pasado la vida leyendo.

Desde pequeña siempre iba con un libro; cualquier cosa que cogía la tenía que leer.

¿Qué leías?

Había unas novelitas que me gustaban mucho, las «Ideal». También leía a Federica Montseny, las novelas de su padre, Federico Urales, Victor Hugo, Bakunin, etc. Después, en el Ateneo Faros, comentábamos libros, hacíamos lecturas, aprendíamos a escribir, a hacer cuentas. Había cursos de esperanto, de psicología, sexualidad, naturismo.

(...) ¿Tienes algún escrito de tu padre? ¿Alguna carta, algún artículo suyo?

No, mi padre era analfabeto, un hombre de acción. Participaba en el sindicato de la CNT, en los ateneos. A veces escapaba de la policía, ya que cuando venían a buscarlo a la calle Carretes tenía una manera de salir por detrás y acabar en otra calle. Sólo tengo una foto de él. Yo tampoco he escrito nada. Explico lo que he visto, lo que recuerdo. En cambio mi hermano mayor sí que escribía, escribía canciones, cantaba, participaba en el teatro y en el coro del ateneo.

¿Hasta cuándo viviste en Les Corts?

De joven me emancipé, debía tener 19 años. Mi madre no entendía que me tomase tantas libertades. Iba a reuniones y llegaba muy tarde por las noches. También yo reclamaba que los chicos y chicas trabajásemos por igual en las labores del hogar. Pero lo que realmente me hizo marcharme fue la relación con Martorell. A mis padres no les gustaba este chico, ya que estaba buscado por atracos que había hecho para la Organización y también para él. Y podía comprometerme y comprometer a mi hermano. Martorell era en aquel momento el enemigo público número uno. Yo le hacía de contacto y le compraba comida. Por Navidades dije que iría a casa de un amigo que estaba solo. Mi madre me dijo: «si no estás por Navidades en casa, búscate un lugar para vivir, no vuelvas ». Como lo deseaba, me fui. Primero a casa de unos compañeros que me dejaron una habitación en la Torrassa, después alquilé un piso con una amiga. Mi madre sufría mucho y estaba preocupada por mí. No quería que fuera a la prisión como mi padre y mi hermano mayor.

No le hiciste caso y terminaste en prisión. Explícanos cómo.

Fue en una huelga general. Íbamos en grupo para cerrar fábricas. En una encontramos resistencia y comenzamos a lanzar piedras. Vino la guardia de asalto a caballo. Un compañero me pasó una pistola diciéndome que a mí no me registrarían. Comenzamos a correr y a huir. Nos detuvieron y nos llevaron de vuelta a la fábrica. Algunos decían señalándonos: «¡Éstos son! ¡Éstos son!» Los policías querían que dijera que la pistola era de mi hermano. Y yo les decía que me la había encontrado. Finalmente el compañero que me la pasó se hizo responsable. A mí me tuvieron unos 5 meses en prisión. Allí leí mucho.

¿Recuerdas la proclamación de la República?

El primero de mayo de 1931 Fuimos al mitin de Belles Arts en el Arco del Triunfo. Había mucha gente. Uno de los oradores era García Oliver. Cuando salimos fuimos en manifestación a la Plaça Sant Jaume a llevar una serie de reivindicaciones a Macià: alquileres más baratos y mejoras para los obreros. En Sant Jaume hubo un tiroteo. En el disturbio me separé de mi madre y mis hermanos y vi caer al suelo a uno de los manifestantes, muerto. Quedé muy impresionada.

Ibas al Ateneo Faros.

Sí. Se encontraba en la Avenida Mistral, pero íbamos muchos de Les Corts y Sants. Garcia Oliver, que era camarero en Sants, nos enseñaba a manejar las armas. Manuel Escorza (que dirigió los grupos especiales de la FAI dedicados a la contrainformación y persecución de fascistas durante la revolución), nos enseñaba sexualidad y daba charlas sobre cultura. Era un maestro nato, vivía en Les Corts. Maurici, que fue mi compañero definitivo, lo llevaba al cuello, ya que era inválido, al Ateneo Faros a dar charlas. Era muy inteligente. Su casa estaba llena de libros y siempre rodeado de gente joven. El 36 me pidió entrar en el grupo de inteligencia de la FAI, que él dirigía. Yo era muy amiga de él, pero no quise.

19 de julio de 1936, ¿dónde estabas?

Los compañeros de la FAI del Ateneo Faros estábamos reunidos ya en el bar Els Federals, cerca de Les Corts (calle Londres). Estábamos ya alertados de un golpe militar. Fuimos al cuartel de Pedralbes, cuando ya había salido la tropa. Los soldados que quedaban no opusieron resistencia. Y llenamos los camiones de armas. Con las prisas y la emoción nos dejamos las municiones. Tuvimos que volver. Lo dejamos en el bar Els Federals, que era de un profesor, la sede de nuestro grupo de la FAI, un grupo de afinidad.

¿Fuisteis a Pedralbes armados?

Sí. Yo iba con una pequeña pistola que me había regalado unos días antes mi padre. Y la perdí. Hacía tiempo que se la pedía a mi padre.

¡Una buena herencia! ¿Qué más hicisteis?

Fuimos a la prisión Modelo a liberar los prisioneros. Cuando llegamos estaban ya preparados para salir. Pensaba encontrar a Martorell, pero no lo vi. Hace una semana soñé con Martorell dos noches. He vivido lo que viví con él, como si fuera ahora mismo.

¿Por qué?

Un amigo hace unos días me enseñó las listas de fusilados y documentos de cómo lo cogieron y mataron. Me ha afectado mucho, por eso he soñado.

¿Sueñas con la revolución?

No, recuerdo... La revolución la vivimos, no hace falta soñarla.

¿Cuándo fuiste al Frente?

Al comienzo. En Les Corts se estaba organizando una Centuria para ir al Frente y me alisté. Éramos «Los Aguiluchos de Les Corts», 100 personas voluntarias. Fuimos a Caspe. Allí estuve hasta un tiempo después de que se decretase la militarización de las milicias y el retorno de las mujeres.

No parabas...

Fue un tiempo de lucha, un día tras otro. Siempre había cosas que hacer y lo hacíamos todo con mucho entusiasmo. Creíamos que la revolución triunfaría y que liberaríamos incluso Portugal.

¿En qué momento viviste más feliz?

Ese tiempo de revolución. En Barcelona trabajaba en una fábrica de pintalabios y la colectivizamos y reconvertimos en una fábrica de armamento, al servicio de la revolución. Yo estaba en el Comité. Fue una experiencia muy enriquecedora e interesante. Comenzamos a comprar tornos y todo lo que nos hacía falta para producir balas e investigamos cómo fabricar más armas. Todos trabajábamos para la revolución. Lo recuerdo como el momento más feliz de mi vida. Era el momento propicio para transformar el mundo.

Mayo del 37: los comunistas dirigidos por Stalin pretenden detener la revolución y provocan los hechos de mayo en Barcelona. ¿Qué recuerdas?

Eran días de mucha confusión. Me pidieron ir al centro al Comité a buscar información de lo que pasaba. Una compañera dijo que me acompañaba. Finalmente un chico italiano con un coche cubierto de hierros y planchas, que al final no servían para nada, nos llevó. En Via Laietana, a la altura de la comisaría, nos tirotearon. Quizás pensaron que los queríamos atacar. El joven conductor quedó gravemente herido y a mí, que me habían herido en la pierna, me llevaron al Clínico. Cuando pude me escapé y regresé con los compañeros.

(Nota de sinpermiso: El amigo Carles Garcia, un gran lector y conocedor de la Revolución del 36, me dice que este testimonio de la Conxa Pérez, que también explicó en el documental «zona roja», está documentado por un corresponsal de guerra francés. Para los interesados, se encuentra en «Barcelona mayo 37. Testimonios desde las barricadas»; es un artículo del francés Marcel Ollivier, «La semana sangrienta», página 131. Describe que dispararon a un coche que iba al Comité Central de la CNT a Vía Laietana desde la Comisaría. Explica que el conductor italiano quedó gravemente herido y detuvieron a dos jóvenes, una de ellas con una herida en la pierna por los disparos.)

¿Cuándo decides exiliarte, dejarlo todo y abandonar el país?

En la fábrica, con mi hermano, dijimos que debíamos pensar en marcharnos. Había que tomar una decisión. La guerra estaba perdida. Lo que nos retenía era la mujer de un compañero que estaba en el frente. Estaba enferma y con un hijo, y la habían dejado a nuestro cargo. No sabíamos dónde dejarla, buscábamos a alguien que se pudiera hacer cargo. Por eso fuimos de los últimos en marcharnos a Francia.

¿Qué sentías al perderlo todo y ver que los fascistas se lo apoderaban?

No se puede explicar. No hay palabras. Es un sentimiento demasiado grande. Recuerdo los hechos: quemábamos todo lo que podía ser comprometedor. Llegamos a Portbou y los franceses tenían cerrada la frontera. Dos días después dejaron pasar a las mujeres y niños. Nos llevaron a la frontera con Bélgica y después al campo de Argelers en el Rosellón. Allí conocí a un practicante de Madrid con quien tuve mi hijo, Ramón.

¿Cómo fue el retorno a España?

Duro. Muchas peripecias. Tuve que presentarme a la policía y volví a Les Corts. Eran tiempos difíciles. No sabía cómo trabajar y ocuparme del niño. Tiempos muy difíciles. Tuve que luchar para salir adelante con mi hijo. Hasta que encontré a Maurici, un compañero de Faros con quien viví.

Y ya en la Transición, ¿cuándo te afilias a la CNT?

Nunca había dejado de militar en la CNT. En el año 1975 unos cuantos simpatizantes, unos 10, formamos el sindicato del comercio de la CNT.

Hace poco te vi en la manifestación contra el Papa con el adhesivo «no t’esperem» (no te esperamos) y con la revista de l’Ateneu Enciclopèdic, que hace poco te homenajeó por tus 95 años. ¿Qué piensas de este Papa?

Pienso lo mismo que de todos los Papas: que son unos privilegiados y engañan a los pueblos.

¿Cómo ves las actuales divisiones entre anarcosindicalistas y libertarios?

Fatal. Nos tenemos que unir. Hay que dejar de lado lo que nos separa. ¿Cómo cambiaremos el mundo si no nos entendemos 15 personas? Si hay diferencias, se discuten y se respetan, pero no hace falta separarse y pelearse.

Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero

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