Alemania estancada, y con Francia y Italia en recesión, la zona euro está paralizada. El Banco Central Europeo baja aun más los tipos de interés al 0’05% (mínimo histórico) para evitar la deflación y anuncia que va a inundar de euros el mercado. Todo a la espera -una vez más- que ese dinero barato ponga en marcha la producción y el consumo... Si ese dinero fuera hacia los trabajadores/as en forma de nuevos puestos de trabajo públicos, de mejoras de salarios y pensiones… empujarían hacia arriba el consumo y reactivarían la producción. Si ese dinero sirviera para mantener los servicios públicos, al menos se suavizaría la grave situación que viven muchas familias obreras, pero a los estados el BCE les exige más austeridad, recortes y privatizaciones. Todo ese dinero público se entrega a la banca privada, y ésta la utiliza en la compra de deuda pública (con el negocio asegurado) y para fomentar la especulación y nuevas burbujas. Por eso, mientras la economía se sigue hundiendo la bolsa no deja de subir. De Guindos ya anticipa el nuevo sonete del Gobienro: los problemas de la economía española vienen de fuera.

También puede aprovechar y echar la culpa a la consulta en Catalunya. El caso es que el Gobierno empieza a justificarse mientras ve desvanecerse los signos de la recuperación que anunciaba a bombo y platillo. Las exportaciones que eran el motor del crecimiento han caído, mientras las importaciones crecen con fuerza y vuelven a generar déficit en la balanza comercial. «El grueso del crecimiento de las importaciones va a consumo interno no a inversiones, con lo que se establece una relación casi directa entre el crecimiento de la deuda y el crecimiento del consumo.

Crecemos a costa de incrementar la deuda.»1 El Estado tuvo que aumentar un 6% más la deuda pública en el 2013 y otro 1’6% en el primer trimestre del 2014, es decir alcanzar el billón de euros y el 100% del PIB para conseguir unas décimas de crecimiento.

Pero ¿en qué se basó su «recuperación»? En una destrucción de puestos de trabajo acelerada por la reforma laboral. Mayor precarización y pérdida de poder adquisitivo de los salarios que han permitido aumentos significativos de los beneficios empresariales.

Los empresarios no han invertido esos beneficios: sigue bajo mínimos la compra de nuevas máquinas herramientas, imprescindibles para relanzar la producción.

Tampoco hay inversión extranjera significativa en ese sentido. El aumento de la sobreexplotación ha permitido una ligera mejoría durante unos meses en la exportación, pero cuando todos los países aplican las mismas recetas de recortes salariales que contraen la demanda, ¿quien va a ser quien tire del consumo? Sin crecimiento interno, con las administraciones públicas endeudas y con planes de austeridad, y con los principales países a los que exporta la economía española paralizados ¿cómo se va a mantener el crecimiento? Todo apunta a que estamos a pocos meses de entrar en una nueva recesión. Pero cada vez el pozo en el que se cae es más hondo y aumenta el sufrimiento de los trabajadores/as, por ello es cada vez más urgente movilizar para levantar un plan obrero de urgencia contra el paro y la precariedad: no pago de la deuda, nacionalización de la banca y ruptura con la Unión Europea, para poner todos los recursos disponibles para crear empleo público digno y para defender la sanidad y la educación públicas.