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MADRID: ASSESINATO DE JIMMY

Fascismo y fútbol

M. Esther del Alcázar, 10 de enero de 2015




El 30N el Frente Atlético agredía a miembros de Riazor Blues cerca del estadio Vicente Calderón del Atlético de Madrid con un saldo de 3 heridos con arma blanca y otros más por barras de hierro y golpes, tres de los cuales, tirados al Manzanares tras ser brutalmente golpeados. Uno de ellos, Jimmy, seguidor del Dépor de 43 años y con dos hijos, moría asesinado. La noticia, en todos los medios, repitió hasta la saciedad que se trataba de «violentos» que habían quedado para pegarse por medio de tweets, incluso después de que tanto los Riazor como la policía lo desmintieran y se demostrara que los tweets eran entre los miembros del Frente Atlético para concretar la emboscada. A la vez, las noticias abundaban en denigrar a la víctima sin una línea sobre sus agresores. Y se reforzaba cuando entre las primeras 21 detenciones, había 14 de los agredidos -los Riazor Blues- y sólo 4 de los agresores - Frente Atlético-. Como todas las agresiones fascistas, se pretendía resolver como «problema de bandas», de «violentos», y la policía, como en todas ellas, daba cobertura a los agresores. Sólo a la semana siguiente, cuando el juez ponía en libertad a los 21, y se habían repetido las movilizaciones tanto en Galiza como en Madrid, la policía detenía otros 32, ahora sí, del Frente Atlético. Entre ellos, un guardia civil, un militar en activo y a un ex paracaidista, conocido ultra que parece ser –junto a otros dos- el asesino material. No son casualidades, como denunció desde el principio la Coordinadora Antifascista de Madrid.

Fascismo y fútbol

El fenómeno ultra en las peñas de fútbol arraigó en España en los años 80, influido por los hooligans ingleses de los 70 y, en menor medida, por los tifosi italianos. Aquí se vivía la Transición, y las barras bravas se llenaron de ideología, o quizás mejor, la ideología creó sus barras bravas. Salvo el caso de la peña Biris del Sevilla, que se autodefine de izquierdas y apareció en 1975, el resto nacieron en los 80 como nidos neofascistas: Ultra Sur del Real Madrid (1980), Boixos Nois del Barça (1981), Frente Atlético del Atlético de Madrid (1982), Yomus del Valencia (1983), Brigadas Blanquiazules del RCD Español (1985), Ligallo del Zaragoza o Supporters Sur del Betis pero su sucesor, Rosell, reanimó los lazos con el pacto de 2010 con el compromiso de crear una Grada Jove donde podrían reagruparse: en 2013, los Casual –la más violenta sección de los Boixos- volvía a las agresiones. Otro tanto se puede decir de Florentino Pérez, que llegó a la presidencia pactando con los Ultra Sur su «buen comportamiento en el estadio» a cambio de devolverles el Gol Sur,… hasta la batalla campal de 2013 entre dos facciones de Ultra Sur, cuando Florentino terminó echando a 30, permitiendo reagruparse a otros 60 y dispersando a más de 200 en el estadio. O de Sánchez Llibre en el RCD Español, que trató de apaciguar a las Brigadas Blanquiazules aprovechando el traslado del estadio a Cornellà-El Prat con la promesa de la Curva Jove – con la misma teoría del Barça y el Madrid, de diluirlos- bajo la batuta de un Consejero actualmente máximo dirigente de Plataforma per Catalunya (PxC): el reagrupamiento siguió, sumándose miembros del fascista Casal Tramuntana i de las Juventudes de PxC, hasta llegar a la explosión con las agresiones del 2013.

La complicidad, ha llegado hasta jugadores de unos y otros equipos, o a mirar hacia otro lado, con un silencio cómplice, como el del Cholo Simeone respecto los hechos del 30N, o llegando a la abierta complicidad de Mourinho recibiendo la placa que le entregaron los Ultra Sur en su último partido. Pero tiene su máxima expresión en la prohibición del minuto de silencio por Jimmy de Javier Tebas, actual presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), exmilitante de Fuerza Joven Aragón -sección juvenil de Fuerza Nueva-, e impulsor del movimiento para solicitar el indulto de Del Nido –en el pasado correligionario suyo en Fuerza Nueva cuando estuvo relacionado con un delito de lesiones a un sindicalista-.

El fascismo es uno: y dentro y fuera del estadio adiestra a sus cachorros

Pero los fascistas nunca han matado dentro del estadio, sino fuera. «Los estadios solo son el amplificador de la propaganda ideológica que fluye más allá de los colores del club… Y no se ataca a otra hinchada ultra por defender a tu equipo de fútbol, sino porque ellos representan otras ideologías que van más allá del deporte», afirma Antonio Salas, periodista de investigación, infiltrado durante meses en los Ultra Sur. Él mismo explica, no sólo que los grabó cantando el Cara al Sol en el Bernabeu, sino como se reúnen para ir a ver documentales sobre la División Azul que presenta Falange Española Independiente.

Pero podríamos seguir con los nexos señalados en las Brigadas Blanquiazules con PxC o Casal Tramuntana, o la de Guerra, asesino de Aitor Zabaleta, como miembro de Bastión 1913, mientras en el Frente Atlético se codeaba con neonazis de las TNT y Bases Autónomas.

Y realmente son altavoces de esa ideología. Las pancartas en el Calderón pidiendo la libertad de Guerra, o la de Josué –el asesino de Carlos Palomino-, que también se vieron en Valencia en la grada de los Yomus, se suma a las que estos mismos colgaron en Mestalla, a un mes del asesinato a manos fascistas de Guillem Agulló – independentista valenciano de izquierdas-, de «Guillem, jódete».

Y fuera de los estadios, las agresiones son especialmente protagonizadas por los cachorros, como también ocurrió en el Manzanares.

Carne de cañón en choques que han de prepararles para la justificación de su violencia contra inmigrantes, gays, y, grupos de izquierda.

En su extremo, y ya con una marcada tendencia mafiosa, la evolución de los Boixos Nois que desde los 90 están bajo el control de Los Casuals –nombre en honor a hooligans que provocaron la masacre de la avalancha de Heysel-, es espeluznante. Su jefe, Ricardo Mateo, se encuentra en prisión pero de los casi 120 años que le pedía el fiscal, apenas cumple 12 de condena, aún y con la retahíla de delitos que acapara: dos intentos de asesinato, extorsión a locales nocturnos a cambio de protección, apalear por encargo, etc… mientras de los otros 29, 2 fueron excarcelados, absuelto un guardia civil, y una de sus amenazas era «cualquier día vienen cuatro críos y te pinchan». Su legado sigue hoy con las recientes puñaladas de este diciembre de Los Mini-Casual –la mayoría menores- en las inmediaciones del Camp Nou.

Y también fuera de los estadios, policía y justicia, garantizan impuni dad, o como en el caso del Calderón, a detener a quienes se defienden. Es sintomática no sólo la relación de detenciones, sino también las penas posteriores: los cinco Boixos Nois que asesinaron al blanquiazul Frederic-François siguen cumpliendo condena, pero con el tercer grado; el del Frente Atlético que asesinó a Aitor también, pero en segundo grado, lo que le ha permitido llegar a entrar hasta quilo y medio de marihuana en la prisión el año pasado; pero de los cientos de agresores con arma blanca sin muerte, de las palizas, etc… sólo queda el rastro de penas menores que pide el fiscal por «disturbios» –siempre entre violentos- , con el atenuante en muchos casos de no tener la mayoría de edad, porque al fin y al cabo, se trataba de cachorros…

El fascismo anida en el estado heredero del franquismo

Por todo ello, y volviendo al crimen fascista del 30N, no fue extraño de un lado ver un comunicado conjunto de 19 peñas antifascistas dando apoyo al Riazor Blues, como los Bukaneros de Vallekas, los Celtarras gallegos, los Biris sevillistas o los vascos de Herri Norte. Como al conjunto de peñas deportivistas, defendiendo al Riazor Blues.

Como tampoco lo es que, como gran respuesta, la policía elabore un nuevo Protocolo, siguiendo la instrucción 16/2014 del Ministerio del Interior, que, en nombre de evitar la violencia, pretende crear «una red preventiva de control» de los grupos ultras y la primera medida que toma en Riazor es requisar bufandas de los Riazor Blues y de otras peñas que tenían simbología independentista, aduciendo que está prohibido «introducir, exhibir o elaborar pancartas, banderas, símbolos u otras señales con mensajes que inciten a la violencia»… Así pues, como siempre, permitirá reprimir más y mejor a los antifascistas y aprovecha para incluir entre esas simbologías «violentas» las independentistas.

Y es que, combatir al fascismo sigue siendo empezar por combatir al estado que les da cobertura, y no dejar el problema aislado sino, como hizo la Coordinadora Antifascista de Madrid, llamar a la movilización al grito de ‘No son ultras, son fascistas’, o ‘Fuera fascistas de nuestras gradas’, denunciando «la impunidad de la violencia fascista en las calles y los campos de futbol». Porque podemos diferir en los métodos, pero no confundir las barricadas: y así como el fascismo es problema de todos, sus víctimas también lo son.

¡Jimmy, no olvidamos!

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