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TURQUÍA

Guerra y elecciones

Muhittin Karkin, 18 de octubre de 2015




Turquía camina hacia nuevas elecciones generales (1 de noviembre) en un escenario caótico donde las fuerzas de seguridad ejercen una represión férrea sobre el Kurdistán turco desde hace cuatro meses. De hecho estas elecciones serán la «repetición» de las anteriores que tuvieron lugar a principios del junio pasado, en las que el partido islamista del presidente Tayyip Erdogan (Partido de Desarrollo y Justicia, AKP) perdió la mayoría absoluta en el parlamento con la irrupción del Partido de Democracia del Pueblo (HDP) con 80 diputados (del total de 550). HDP ganó casi el 80% de los votos en las comarcas kurdas y fue apoyado por la izquierda turca. A partir de aquel momento, Erdogan ejerció una fuerte presión sobre su partido para no entrar en un gobierno de coalición con la social democracia nacionalista (CHP, 132 diputados) ni con el partido fascista (MHP, 80), y poder probar una vez más su suerte.

Erdogan necesitaba al menos 330 diputados para poder lograr su objetivo: cambiar la Constitución para convertir el sistema parlamentario en presidencial con poderes absolutos del Presidente sobre el ejecutivo y hasta sobre el parlamento. Sin embargo el AKP quedó con 258 diputados (40,1%), un resultado que no le sirvió ni para formar gobierno en solitario. En cambio el HDP logró superar la barrera del 10% para estar en el parlamento (13%) barriendo al AKP en las tierras kurdas. Y de allí el nuevo plan del Presidente: imposibilitar la formación de un gobierno y llegar a nuevas elecciones; y para ganar más votos de la derecha nacionalista y también en Kurdistán, desacreditar al HDP como «extensión de la organización terrorista PKK» mediante una guerra tanto contra las milicias kurdas como contra el pueblo kurdo movilizado en las ciudades de la zona.

De hecho los sueños bonapartistas del Presidente no son simplemente producto de su carácter despótico, sino que existen sectores burgueses en su camarilla que ven en peligro sus intereses económicos y políticos, y hasta su situación personal ante la justicia.

Hay ministros, parlamentarios y dirigentes del AKP, y hasta el mismísimo Presidente, que están involucrados en casos de corrupción, malversación y uso de poderes ilegales (que incluyen asesinatos políticos). En el caso de que el AKP perdiera el poder, existen más que suficientes pruebas para condenar a esos gobernantes, una fatalidad que el Gobierno evitó hasta hoy cambiando jueces y fiscales, e incluso deteniendo algunos de ellos por «falsas acusaciones».

Pero hay más. Desde el 2002 Turquía («país emergente») vivió unos diez años de bonanza económica con un crecimiento promedio del 7% gracias a la favorable coyuntura internacional y el flujo de inversión extranjera, junto con políticas neoliberales del partido islamista AKP Esto creó una nueva acumulación de capital sobre todo en Anatolia, dando origen a nuevas capas de burguesía comercial, industrial y sobre todo de la construcción. Pero con la llegada de la crisis mundial las fuentes de acumulación empezaron a disminuir, las exportaciones a decrecer y las importaciones a encarecerse (con una creciente inflación).

Así comenzó entre la burguesía una guerra para poder alcanzar los créditos y favores del gobierno, que penetró dentro del partido gobernante e incluso en el consejo de ministros provocando brechas y rupturas entre altos cargos. Los que formaban parte de la camarilla del Presidente le pedían más mano dura para imponer «estabilidad», no solamente contra el pueblo kurdo que lucha por su derecho a autodeterminación, sino también contra los sectores burgueses rivales.

Por otra parte, las clases medias laicas y urbanas, y la población alevita1, sofocadas por las imposiciones islamistas y políticas antidemocráticas del gobierno, están decididamente contra los planes del Presidente. Estos sectores demostraron su capacidad de movilización durante el levantamiento de Gezi (Estambul) hace dos años y en las elecciones votando en su mayoría a la socialdemocracia.

También la clase tra bajadora está entrando en un nuevo periodo de luchas. En mayo decenas de miles de trabajadores de los sectores automotriz y metalúrgico salieron a hacer huelgas no legalizadas contra la patronal y la burocracia sindical que firmaron en secreto convenios contra las demandas y necesidades de las plantillas. En la mayoría de los casos los trabajadores se desafiliaron del sindicato progobierno y lograron sus objetivos (subidas salariales, ningún despido, contratos fijos).

Actualmente la resistencia del pueblo kurdo contra la ofensiva del gobierno, que casi toma la forma de una guerra civil en las tierras kurdas, es la lucha más feroz contra el régimen. Bombardeos aéreos y terrestres, batallas campales y atentados se cobran cada día decenas de vidas en ambas partes. Las fuerzas militares y policiales cercan por días las ciudades y pueblos, declaran toques de queda y los francotiradores asesinan hasta a mujeres y niños. Hay centenares de alcaldes, concejales y militantes del HDP detenidos. El último invento de fraude electoral del gobierno fue la decisión de trasladar cientos de urnas donde el HDP es muy votado a otras aldeas lejos de las zonas de los votantes.

A pesar de toda la represión del gobierno, las encuestas señalan que el HDP otra vez superará el piso del 10% y el Presidente no logrará su objetivo de «reformar» la Constitución. Los revolucionarios marxistas, junto con otros sectores de izquierda, llaman a votar al HDP en las elecciones del 1 de noviembre para apoyar la lucha del pueblo kurdo y parar los planes reaccionarias del AKP y Erdogan.

Notas: 1 Alevitas: seguidores de una rama del islam chií, que tradicionalmente han mantenido posiciones progresistas.

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