El régimen de Bashar Al Assad libra desde hace cinco años una guerra de exterminio sin tregua contra el pueblo sirio, con el uso sistemático de barriles de dinamita, ataques químicos, y masacres indiscriminadas que han dejado cientos de miles de muertos y han obligado más de la mitad de la población del país a marchar de casa. Estos días nos llegan las estremecedoras imágenes de Madaya y otras poblaciones de la periferia de Damasco, que demuestran cómo el régimen utiliza sin escrúpulos el hambre como arma de guerra, para obligar a la población rebelde a rendirse.

Después de cinco años de resistencia, el régimen sirio somete desde julio la ciudad de Madaya a un asedio feroz. 40.000 personas (entre ellas 20 desplazados de la vecina Zabadani, que también sufrieron el asedio hasta que tuvieron que irse de casa el año pasado). Las tropas de Asad sólo se han podido imponer militarmente con el apoyo de Hezbolá y de los bombardeos de Rusia. El bloqueo con que castigan la población provoca la falta de alimentos, medicinas y equipos médicos, que han disparado las enfermedades infecciosas. La gente se intoxica porque tiene que comer hierba o alimentos en mal estado. Además los heridos por bombardeos, minas antipersona o el hilado desplegado por el régimen alrededor de la ciudad no pueden recibir ningún tratamiento. Todo ello, en una de las zonas más frías de Siria. La llegada de un solo convoy con ayuda humanitaria este lunes no resolverá la situación de la gente, que continúa atrapada dentro del asedio a la ciudad.

Estados Unidos, potencias europeas y países árabes que bombardean Siria también son responsables de estas atrocidades. Como la ONU, que ha aceptado el mercadeo con la ayuda humanitaria. El pueblo sirio no necesita bombas: necesita que se levanten los sitios, que se rompa el bloqueo a la revolución, que caiga este régimen criminal y todas las intervenciones extranjeras, y sólo así podrá vencer el oscurantismo del Estado Islámico.

#SaveMadaya

Comité Catalán de Solidaridad con el Pueblo Sirio.