La activación del Brexit, de por sí da un empujón a la inestabilidad. Pero además sitúa el tema de la UE en el centro de las elecciones en los distintos países con unas clases populares bajo mínimos por la crisis y la política europea. La extrema derecha lo toma como bandera y le añade el tema de los refugiados. Desde la izquierda no se toma, si no es, como mucho para llamar a reformarla y renegociar... y la traición de Syriza cuando el capital le niega la utopía, ha debilitado esas opciones.

Así las cosas, los choques que hasta ahora ha habido se han situado entre la derecha y la extrema-derecha. En Holanda se frenaba al xenófobo Wilders, con el mantenimiento del también derechista Rutte que perdía la posibilidad de formar gobierno con la socialdemocracia, pues ésta se hundía por debajo del 6%.

Tampoco parece distinto el panorama en Francia que, aún con estado de excepción, país con mayores movilizaciones hoy y con la huelga general de la Guayana aún dando coletazos (empezó el 27 de marzo y aún sigue en Gpar y EDF). La opción más a la izquierda de Mélenchon (que seguía dentro del redil de la reforma de la UE), aunque crecía se quedaba cuarto (los otros 3 son de derechas y ya hemos señalado el hundimiento del PSF con un 6%). La segunda vuelta se jugará entre el liberal Macron y la ultraderecha de Le Pen.

Es con este panorama que, Theresa May, quiere fortalecerse convocando elecciones para junio. Como defensora del Brexit, espera recuperar electorado a la derecha y aprovechar el mal momento de la socialdemocracia que aún con Corbin quedaría 20 puntos por debajo.

Pero el denominador común está siendo la inestabilidad, incluso con victoria, como en el caso del referéndum de Erdogan. No sólo por las impugnaciones del resultado, sino porque va a ser muy difícil su imposición cuando el No ha hecho pie en las capitales y zonas industriales del país.

En todos los casos, la movilización será lo determinante.