No es la primera vez que en el barrio tenemos que defender la escuela: ya lo hicimos el uno de octubre, cuando la Policía Nacional realizó las primeras cargas para impedir el Referéndum. Así que la semana pasada, cuando en el consejo escolar se deslizaron las intenciones del Consorcio de Educación de cerrar la escuela, volvieron a saltar las alarmas.

Está en la memoria lo que costó conseguir el edificio rojo que alberga a 190 niños y niñas. La escuela Lepanto, que había sido demolida por aluminosis, fue trasladada a barracones en el patio de la escuela Alexandre Galí. Durante seis años las clases se impartieron en condiciones precarias de frío, hacinamiento y humedad. La Galí tuvo que ajustar su espacio y reducir los proyectos, pero gracias a las manifestaciones constantes se consiguió la inauguración del edificio de la Mediterrània, donde conviven desde hace seis años hijos de familias trabajadoras, autóctonas e inmigrantes.

Ahora parece que un edificio nuevo con vistas al mar es demasiado lujo para la educación de nuestros hijos e hijas o quizás sea que la especulación inmobiliaria que envenena y gentrifica al barrio quiere hacerse con un nuevo trofeo. La escuela Mediterránea es de una sola línea, con un alto porcentaje de alumnado con necesidades especiales, lo que favorece que esta pequeña escuela constituya una gran familia donde el acompañamiento de cada criatura es cercano y atento a las necesidades de cada una.

Un modelo imposible de llevar adelante en un macro instituto como el que quiere implantar el Consorcio con la excusa de que muchas familias han tenido que dejar el barrio, por el encarecimiento de los alquileres. Lo que no dicen es que la calidad de la educación que se imparte en la Mediterránea hace que muchas de las familias que tuvieron que irse sigan trayendo a sus hijxs y que además vengan niñxs de todo el distrito; este año la matrícula alcanzó su récord.

El consorcio intenta quitar hierro diciendo que no hay nada definitivo, debido la movilización han tenido que posponer un año el cierre de la escuela, pero mantiene el proyecto de unificar en un macro centro educativo las tres escuelas públicas del barrio. La fusión esconde un plan de recortes, hacinamiento, expulsión y reducción de la oferta educativa. Contra esta propuesta no consensuada defendemos la diversidad de proyectos, la inversión para la remodelación del instituto que necesita arreglo de calderas y goteras desde hace diez años.

Para ello estamos recogiendo firmas en papel y en change org, participamos de la manifestación contra la ley Aragonés y seguiremos en lucha hasta conseguir un compromiso escrito de no cerrarnos la escuela, de mantener la diversidad de proyectos de la Mediterránea, el Galí y el Papasseit y la inversión para reabrir el bachillerato.

Natalia Reynoso, madre de una alumna de la escuela Mediterránea