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Nahuel Moreno. Constructor del partido revolucionario y la internacional

, 28 de febrero de 2021




El 25 de enero de 1987 falleció Nahuel Moreno. Probablemente, las nuevas generacio-nes de militantes no conozcan a fondo la trayectoria de quien fue el fundador de nuestra corriente histórica en la década del ’40 y el principal dirigente del trotskismo latinoameri-cano. Por eso, cada año recordamos sus principales aportes al servicio de la construc-ción de nuestro partido y de una organización socialista revolucionaria mundial.

El asesinato de León Trotsky a manos de un agente estalinista, en 1940, y la pérdida de importantes cuadros durante la Segunda Guerra Mundial dejaron inconclusa y muy debi-litada la tarea fundamental de construir la IV Internacional. El Programa de Transición, uno de los grandes legados de Trotsky, no era suficiente si no se conseguía avanzar en una organización independiente de los trabajadores para luchar por sus intereses.

Con esa comprensión, desde muy joven, Moreno se sumó a un puñado de dirigentes in-ternacionalistas para abocarse con todas sus fuerzas a la reconstrucción de la IV Inter-nacional. Como él mismo reconoció, la mayor parte de su militancia política estuvo dedi-cada a trabajar por la construcción del partido mundial. Así lo entendía Moreno, “[…] la construcción de los partidos nacionales y la internacional es un proceso combinado […]”.

Una vida al servicio de la construcción del partido revolucionario

Hugo Miguel Bressano Capacete, quien fue conocido como Nahuel Moreno, nació el 24 de abril de 1924 en Alberdi, provincia de Buenos Aires. Con solo 18 años se incorporó a círculos trotskistas, ambiente de tertulias y discusiones de café. Preocupado por el esca-so contacto de esos grupos con los trabajadores, Moreno comenzó a reunirse con jóve-nes obreros del barrio de Villa Crespo con los que estudió el ¿Qué hacer?, de Lenin, y los terminó ganando para el trotskismo. En 1943 escribió su primer texto, El partido, en el que concluyó: “Lo urgente, lo inmediato, es aproximarnos a la vanguardia proletaria y rechazar como oportunista todo intento de desviarnos de esa línea […]”.

Con esa idea, en 1944, junto con esos jóvenes obreros de Villa Crespo Moreno fundó el Grupo Obrero Marxista (GOM)). Mateo Fossa, un dirigente sindical que en 1938 se entre-vistó con Trotsky en México, lo orienta sobre cómo introducirse en el movimiento obrero. En 1945, el GOM tuvo una importante participación en apoyo a la huelga del frigorífico Anglo-Ciabasa, que contaba con 12.000 obreros, a partir de lo cual captaron destacados activistas de esa lucha. Comenzaba así una nueva etapa. Moreno y su grupo rompieron definitivamente con el “trotskismo de los bares” y se fueron a vivir a Villa Pobladora, en Avellaneda. Al año siguiente editaron su primer periódico, Frente proletario, y reunían casi cien militantes, en su mayoría obreros.

Desde esa experiencia, Moreno impulsó a lo largo de su vida partidos ligados a la clase trabajadora y sus luchas. Como escribió en El partido, aquel documento precursor: “Nos empalmaremos en el movimiento obrero, acercándonos y penetrando en las organi-zaciones donde este se encuentre para intervenir en todos los conflictos de clase”. Así lo hizo de forma consecuente, a pesar del obstáculo que significaba el naciente peronismo, (…)

Contra la corriente, Moreno continuó llamando a construir una alternativa de la clase tra-bajadora. Con ese objetivo construyó el Partido Obrero Revolucionario (POR), el Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN), Palabra Obrera, el PRT, el PST y el MAS. Siempre tratando de enraizarlos en el movimiento obrero y sus luchas con propues-tas que respondían a sus intereses inmediatos e históricos de disputar el poder para los trabajadores.

La IV Internacional, otra de sus obsesiones

En 1948 se realizó en París el II Congreso de la IV Internacional. El GOM envió a Moreno como delegado. Allí conoció a los principales dirigentes trotskistas y fue informante del punto sobre América latina. Ese mismo año, por su crecimiento y las actividades desarro-lladas, el GOM se convirtió en partido. En diciembre se fundó el Partido Obrero Revolu-cionario (POR). Moreno escribió su primer trabajo teórico, Cuatro tesis sobre la coloniza-ción española y portuguesa en América, donde cuestiona la visión de la mayoría de la izquierda que le daba un carácter feudal a ese proceso.

En ese congreso de 1948, el primero después de la muerte de Trotsky, se eligió la direc-ción, encabezada por los dirigentes Michel Pablo, griego, y Ernest Mandel, belga. Mo-reno, que a pesar de su juventud ya había iniciado un proceso de construcción partidaria luchando contra la marginalidad del trotskismo, la definió como una dirección inexperta, formada en ámbitos intelectuales y no en la lucha de clases. Sostuvo duras polémicas con ella. Ese fue uno de los méritos de Moreno, (…) Uno de los más graves errores de esa dirección fue su capitulación a los partidos comunistas que seguían al aparato de la URSS, encabezado por Stalin, y a los nacionalismos burgueses en Latinoamérica, Asia y África, así como también posteriormente al castrismo y el sandinismo. Moreno alertó que esa orientación oportunista llevaba a renunciar a la construcción de partidos revoluciona-rios y al hundimiento de la Internacional.

En los años ’70 entabló una dura polémica contra la política de elevar la táctica de la gue-rrilla, que se había mostrado exitosa para la revolución cubana, al plano estratégico. El grupo encabezado por Mandel definió impulsar la guerrilla en Latinoamérica. Moreno sostuvo que esa orientación llevaría al desastre a generaciones enteras de luchadores y sería contraproducente para el desarrollo de la revolución latinoamericana. La sistemática liquidación de los grupos guerrilleros, al tiempo que se iniciaba un proceso de ascenso obrero estudiantil en la región, acabaron dándole la razón a Moreno.

Pasaron treinta y cuatro años de la muerte de Moreno y los hechos continúan corrobo-rando sus aciertos políticos. Haber apoyado a los nacionalismos burgueses, a las direc-ciones “progresistas”, a los gobiernos frentepopulistas, al castro-chavismo, al falso “socia-lismo del siglo XXI” y sus variantes, como el sandinismo, fue un gran error de muchos sectores del trotskismo, en especial del mandelismo, y fue un freno para el desarrollo de una dirección revolucionaria. Por eso reivindicamos las enseñanzas de Moreno, de lu-char por la movilización de masas, por la independencia de clase, por la construcción de partidos revolucionarios y reconstruir la IV Internacional.


Nuestro compromiso con el legado de Moreno

Nahuel Moreno ha dejado una extensa elaboración teórica y política plasmada en varios libros y folletos* que continúan vigentes con sorprendente actualidad. Sin embargo, creemos que su legado más importante es el de haber insistido sin descanso en la lucha para construir una dirección revolucionaria. Desde Izquierda Socialista y la Unidad Inter-nacional de las y los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) asumimos el compromiso de dar continuidad a esa tarea que las luchas en curso nos exigen más que nunca. Los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y los sectores populares no paran de luchar. Si no se avanza más, y algunas veces hasta se retrocede, es por la falta de una dirección revo-lucionaria, ese es el desafío al que nos comprometemos los morenistas junto con los que luchan.

Levantamientos como los ocurridos en Chile, Líbano, Estados Unidos, Hong Kong, las huelgas de Europa y el descontento generalizado contra los planes de ajuste para paliar la más grave crisis económica del sistema capitalista mundial nos demuestran que la pe-lea por la dirección está planteada en el orden del día. Si en cada uno de esos procesos somos capaces de unirnos a los sectores que luchan y aplicar las enseñanzas legadas por Nahuel Moreno podremos estar a la altura de los tiempos.

Adolfo Santos

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