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Diez años de la revolución en Siria: Un país quemado y la memoria marcada

, 23 de abril de 2021




Estas semanas los medios de comunicación se han vuelto a recordar de Siria, después de meses de silencio, para hablar del décimo aniversario de la "guerra". Pero lo que comenzó en el sur del país en marzo de 2011 no fue un guerra, sino una revolución, quizás la más profunda de todas las de la mal llamada "primavera árabe", en la que millones de sirios y sirias, sobre todo jóvenes, salieron a las calles desafiando una dictadura feroz, neoliberal y corrupta. La respuesta del régimen sirio se resumió en el eslogan "Bachar o quemamos el país". Y diez años después, así ha sido. Ha conseguido mantenerse al poder gracias a sus aliados sobre los escombros de lo que un día había sido un país. Pero está lejos de la estabilidad .

Más de la mitad de la población que Siria tenía antes de 2011 (21 millones de habitantes) ha tenido que irse de su casa: seis millones fuera del país y seis millones más son desplazados internos. La guerra ha arrasado las infraestructuras y el PIB ha caído un 60%. Según los datos oficiales, el 85% de la población es pobre y la ONU estima que el 60% pasa hambre. La pandemia aún ha agravado las cosas y el régimen es incapaz de satisfacer las necesidades más básicas de la población: en las últimas semanas, en ciudades bajo su control ha habido protestas para reclamar pan. Los maestros no cobran sus sueldos y muchas familias han tenido que sacar a sus hijos e hijas de la escuela porque no pueden pagar las tasas. Siria es hoy tan dependiente que sólo unos días después de que el carguero Ever Given encallara en el Canal de Suez, el régimen tuvo que empezar a racionar la gasolina porque se retrasaba la llegada del petrolero enviado por Irán.

Revolución y contrarrevolución

Decíamos que la de Siria ha sido probablemente la revolución que llegó más lejos de todas las que se vivieron desde 2011 en Oriente Medio y el Norte de África. En los primeros años, en las zonas liberadas el movimiento revolucionario llegó a crear una especie de doble poder: instituciones alternativas a las del estado, los llamados consejos y comités de coordinación locales, que garantizaban servicios a la población y servían como instrumento de coordinación de la lucha.

La represión con la que el régimen respondió al levantamiento popular de as del minuto 1- enviando francotiradores y tanques contra manifestaciones masivas y pacíficas- hizo que unidades enteras del ejército de leva desertaran y forzó sectores de la oposición a una legítima defensa armada. Pero el llamado Ejército Sirio Libre nunca llegó a centralizar todas las brigadas y tampoco surgió una dirección política. El embargo de armas dictado por el imperialismo (que nunca se aplicó al régimen) acabaron marginalizando-lo, la resistencia armada se fragmentó y los diferentes grupos armados se vendieron al mejor postor para sobrevivir: Turquía, Catar, Arabia Saudí o los Emiratos Árabes, que veían en la revolución una amenaza a sus propios intereses, armaron a los grupos yihadistas, que el mismo régimen de Asad había liberado de las cárceles en 2011, en su política de "o yo o el caos".

Una revolución triunfante en Siria habría desencadenado un auténtico cataclismo en Oriente Medio, amenazando todos los actores regionales e internacionales en esta región estratégica por sus recursos energéticos y por su posición central entre Asia y Europa. A pesar de sus diferencias, todos los actores extranjeros han actuado, por una vía o por otra, contra la revolución. Todas las fuerzas de la contrarrevolución se pusieron en marcha para ahogarla. El régimen de Damasco en primer lugar, que desplegó un auténtico catálogo del horror: bombardeos con barriles bomba contra barrios, el uso del hambre y la violación como arma de guerra, detenciones y torturas masivas, ataques con armas químicas ... el segundo agente contra-revolucionario ha sido el yihadismo, que ha actuado como quinta columna en las zonas liberadas, atacando los comités populares surgidos del proceso revolucionario.

Pero si Bachar Al- Asad ha podido mantenerse en poder es gracias al apoyo militar y económico de las potencias regionales e internacionales y gracias a la complicidad del imperialismo. Rusia, Irán y Hezbollah le han garantizado una ayuda militar, política y económica sin la cual no habría podido sobrevivir. Y los otros actores internacionales ( Turquía, Qatar y la Arabia Saudí ) también han actuado como una fuerza contrarrevolucionaria, armando los grupos fundamentalistas y reaccionarios. Tampoco ha sido mejor el papel de los Estados Unidos y las potencias europeas que, por encima de la retórica, se ha concentrado en la estabilización del régimen y la "guerra contra el Estado Islámico".

Es trágico el rol jugado por la gran mayoría de la izquierda internacional -bajo los preceptos del estalinismo o del chavismo- que amparada en un falso antiimperialismo ha dado la espalda a la revolución siria, incluso avalando el régimen criminal de Al-Asad o los bombardeos de Putin e Irán. Esta política ha tenido también un impacto sobre el mismo proceso revolucionario, contribuyendo a aislar las corrientes progresivos en Siria atacados en todos los frentes.

Kurdistán sirio y el proyecto de una autonomía kurda

Al inicio los kurdos participaron también en el proceso revolucionario, y crearon sus comités locales. Pero la coordinación entre los comités kurdos y los árabes duró poco, porque los grupos de la oposición siria no querían reconocer el derecho de autodeterminación de los kurdos, un problema que hemos analizado en muchos procesos revolucionarios. La confianza de la oposición árabe que Turquía -el enemigo número 1 del pueblo kurdo- ayudaría la revolución terminó alienando la mayoría de los kurdos del proceso. Esto terminó siendo determinante, porque una alianza militar entre la oposición a Al-Asad y los kurdos habría podido el destino de la guerra.

El régimen tuvo que concentrar toda su capacidad militar en la represión de la revolución en las grandes ciudades como Alepo, Homs, Hama o la periferia de Damasco y no podía permitirse abrir un nuevo frente con los kurdos, y sólo dejó una presencia limitada en algunas ciudades como Qamishli y Hassakah. Los kurdos pudieron estab el ir una autonomía con un sistema político propio, sobre la base de una tercera vía: ni con la revolución ni con el régimen. Pero el resultado de esta política ha sido nefasto. Después de invadir Afrin, Turquía está ejecutando una limpieza étnica en el norte de Siria. Damasco, mientras Al Asad consolida su victoria, se niega a hacer ninguna concesión al PYD y no reconoce ni la más mínima autonomía a los kurdos. Putin es quien decide ahora, pero la supervivencia del régimen sirio es incompatible con el reconocimiento de la identidad kurda.

Y ahora qué?

La causas de fondo que llevaron a la revolución siria se han agravado y el régimen, dependiente del apoyo financiero y militar de Rusia e Irán, sólo se puede mantener gracias a una violencia masiva. Al Assad no puede resolver los graves problemas económicos y, a pesar de la represión permanente, continuamos viendo protestas aquí y allá por la carestía de la vida, los cortes de luz o la falta de servicios básicos.

En la diáspora, los refugiados se organizan para sacar a la luz los crímenes de guerra cometidos por el régimen, y ya han comenzado juicios en Alemania o Francia, mientras que continúa la lucha por la liberación de los cientos de miles de presos y presas políticos. Campañas como las de Familias for Freedom o las Familias de Cesar, a las que estamos apoyando.

Los exiliados también se esfuerzan en preservar la memoria de la revolución, y las pruebas de las atrocidades, con la esperanza de que un día se pueda hacer justicia. Es un trabajo contrarreloj, porque las grandes plataformas como Facebook, Twitter y Youtube, están borrando miles de videos y posts cada día utilizando herramientas de Inteligencia Artificial en sus políticas de moderación que suprimen "contenido violento o inapropiado". Hay que preservar los millones de publicaciones, obras de arte, lemas, canciones, testimonios que conforman la memoria de una revolución que debe ser un referente, un punto de partida para los próximos levantamientos que seguro que llegarán, porque ningún régimen se sostiene indefinidamente sólo por el uso de la fuerza. Una memoria que será muy útil en las próximas batallas.

Cristina Mas

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