La huelga estudiantil del 13 de mayo, convocada por la Coordinadora de Asambleas Interuniversitaria (CAI) fue planteada como herramienta para hacer presión por la aprobación por parte de los rectores de las universidades públicas catalanas de los cinco puntos de la campaña Compromís. Esta campaña exigía el compromiso de los rectores en cuestiones como la obligatoriedad de remunerar las prácticas curriculares universitarias (hoy en día no es una obligación y en muchísimos casos los estudiantes terminan haciendo una tarea laboral en lugar de formativa, y sin cobrar), la equiparación de precios de grados y másteres, protocolos feministas efectivos en las facultades, un plan de choque a favor del catalán en las aulas o el apoyo de las universidades en las causas represivas contra el movimiento estudiantil como en el caso de "La Pública a Juicio", que ha tenido lugar este 3 y 4 de junio.

La campaña Compromiso, tal como estuvo planteada, pretendía hacer alguna acción para presionar su firma: desde el corte de la diagonal a la ocupación de los rectorados de la UB y la UdG los pasados ​​meses de abril y mayo, y la huelga del 13 como resultado de la quiebra de las anteriores. A pesar de la clara falta de profundidad de las demandas, o de puntos concretos de materialización de estas, no dejan de ser plenamente compartidas y defendidas por el movimiento estudiantil y el conjunto de las y los estudiantes. El problema de la campaña en general y de la huelga en particular no reside tanto en el contenido, en el Qué, sino en el Cómo. La metodología asamblearia nos dice por lógica que la única manera de avanzar en las demandas colectivas es la participación de la parte implicada en el proceso de lucha, sumando a cuanta más gente mejor, llegando a consensos y generando líneas comunes para conseguir nuestros objetivos. La campaña de Compromís, la huelga del 13-M e incluso la CAI, no responden a estas dinámicas.

La burocratización de los espacios ha llevado a que en este tiempo se haya bloqueado la modificación de contenido de la campaña, solicitada en bloque por varias asambleas de la Coordinadora Diagonal (Asambleas del campus Diagonal); que se haya menospreciado la importancia de Asambleas Abiertas para organizar el malestar de los estudiantes que no está directamente organizado a ninguna asamblea y, finalmente, que se haya convocado verticalmente la huelga del 13-M. La huelga no surgió de la necesidad de los estudiantes de organizarse, luchar y hacer oír sus demandas, sino que se gestó en el seno de la dirección del movimiento sin hacer ningún tipo de trabajo previo en las asambleas y facultades. Son estas dinámicas burocráticas y sectarias las que nos frenan para construir un movimiento estudiantil fuerte y en crecimiento. Las personas involucradas en el movimiento necesitan tener la

sensación de que tienen cosas que decir, y que no se limitan a obedecer órdenes, directrices y huelgas que vienen de arriba. Esta misma burocratización de los espacios de dirección del movimiento evitan que se puedan hacer cambios de última hora en las planificaciones, al tiempo que roba la oportunidad a las asambleas de hacer una discusión profunda en torno a cuestiones tan trascendentales como la estrategia para conseguir nuestras demandas. Otro ejemplo es la negativa por parte del SEPC de incluir una intervención de última hora a propuesta de Lucha Internacionalista en torno a la lucha de la juventud colombiana, cuando allí el ejército y la policía mataban a decenas de personas en múltiples jornadas de huelga general. El problema de no haber podido hacer la intervención en sí, sólo muestra las claras carencias metodológicas dentro del movimiento, y es imprescindible trabajar para revertir esta situación y generar un movimiento estudiantil verdaderamente asambleario donde se aproveche toda la potencialidad de crecimiento que hay entre el estudiantado.

Marc Palomer Cadenas