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La ley del cambio climático y transición energética. Una ley de mínimos que no aporta soluciones reales

Anna Morelló, 20 de junio de 2021




El 13 de mayo el Congreso de los Diputados aprobaba la “Ley del cambio climático y transición energética”. Esta ley se ha aprobado con críticas generalizadas de todos los sectores ecologistas que la han calificado de insuficiente y que nosotros consideramos que ni siquiera es una ley de mínimos.
Aun así, ha sido necesario el trabajo de varios años para llegar a los acuerdos que recoge y que pretenden hacer frente a las causas y consecuencias del cambio climático.

Leemos que el objetivo de la Ley es: “… asegurar el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París, adoptado el 12 de diciembre del 2015, facilitar la descarbonización de la economía española, de modo que se garantice el uso racional y solidario de nuestros recursos; promover la adaptación a los impactos del cambio climático y la implantación de un modelo de desarrollo sostenible que genere empleo decente y contribuya a la reducción de las desigualdades”

El sistema de producción capitalista es el responsable del fuerte impacto en los sistemas ecológicos que están ocasionando su destrucción.

Es un sistema que tiene como pilares fundamentales la obtención de la máxima plusvalía y beneficio económico a corto plazo sin tener en cuenta las repercusiones medioambientales a corto, medio y largo plazo.

El descubrimiento y utilización de los combustibles fósiles como fuente de energía ha hecho posible una revolución industrial y científica.

La parte positiva son las mejoras en la salud y en la producción de alimentos que ha permitido una mejora de la calidad de vida en todo el planeta (a pesar de las enormes diferencias que todavía existen) y con ello un incremento exponencial de la población.

La revolución industrial y el gran incremento en la producción de bienes de consumo es posible por:

• La utilización de grandes cantidades de energía fósil. Energía almacenada en el subsuelo a través de millones de años en forma de hidrocarburos. Su utilización como combustible para la obtención de energía produce la liberación a la atmósfera de dióxido de carbono, gas de efecto invernadero. Su incremento produce cambios en la temperatura media del planeta y cambios en el clima
• La utilización indiscriminada de materias primas minerales para la obtención de compuestos imprescindibles en la fabricación de cualquier producto.

Para que el beneficio sea elevado es importante que el coste de producción sea lo más bajo posible, así se puede obtener un producto final que está al alcance de una gran parte de la población y además tiene un elevado margen de beneficios. Para ello sólo se contabiliza el coste de producción, pero no el coste que representa la gestión de los residuos que genera o cuando éste acaba su vida útil. El abandono de toda esta cantidad de residuos o una gestión incorrecta comporta la contaminación y destrucción de muchos ecosistemas y un grave peligro para la salud y el futuro del planeta.

El dióxido de carbono no es en sí un gas contaminante. Es la materia prima en la formación de la materia orgánica en la fotosíntesis y base de toda la vida.

Así pues, el problema a que nos enfrentamos es múltiple y complejo. Son muchas y diversas las interrelaciones y los factores que contribuyen a la contaminación y a la destrucción de grandes extensiones de ecosistemas naturales. Entre ellos los más importantes en la regulación del clima como son los océanos y las selvas.

Intentar detener el deterioro actual y poder empezar a revertir la situación solo es posible con un cambio importante en el modelo de desarrollo y de producción que tenemos.

En las propuestas de lucha contra el cambio climático hemos de diferenciar las de los acuerdos gubernamentales y los de los grupos ecologistas.

Los grupos ecologistas intentan plantear soluciones a la situación compleja y como esta ha de pasar por el cambio en el modelo de desarrollo y producción. Pero su principal interés es la lucha contra la destrucción de los ecosistemas, importante pero insuficiente sino va acompañada de medidas políticas y sociales que permitan mejorar las condiciones de vida de una gran parte de la población mundial y un modelo de desarrollo compatible con la preservación del planeta. Para nosotros este solo puede ser el socialista.

Los grandes sectores económicos y financieros y los estados que los defienden no van a defender nunca cambios que representen su desaparición. Cuando la comunidad científica y la población pone sobre la mesa un grave problema que afecta a todos, pobres y ricos, como es el cambio de las condiciones climáticas actuales se establece foros gubernamentales que discuten décadas para llegar a parcelados acuerdos de mínimos. Así, en la lucha por el cambio climático, todo se centra en buscar nuevas fuentes de energía “renovable” para poder eliminar la utilización de los combustibles fósiles como principal fuente de energía.

La “Ley del cambio climático y transición energética” aprobada, en tanto que responde a los acuerdos de París del 2015, lo hace al último de los acuerdos entre estados.

La planificación de la transición energética se basa en que el sistema eléctrico se deberá basar exclusivamente en fuentes de generación de origen renovable. Pero en ningún punto de la ley hace referencia a la necesidad del cambio en la producción y distribución de la energía eléctrica. La producción de electricidad a partir de fuentes renovables ha de ser de proximidad y no en manos de las grandes empresas energéticas. En las últimas semanas vemos en las noticias la lucha en contra de la implantación de grandes parques eólicos o de extensas zonas destinadas a placas solares en lugar de la producción agrícola.

O la solución a la emisión que se produce en el transporte. Aquí el reduccionismo en las soluciones es máximo. Solo plantea la necesidad de la implantación del coche eléctrico pero no la necesidad del cambio en la movilidad y el transporte. Junto con el bombardeo de la necesidad de cambiar nuestro coche por uno eléctrico, tenemos noticias de ampliaciones de puertos y aeropuertos para incrementar el comercio mundial.

Lo que no nos dicen es que para la fabricación del coche eléctrico es necesaria la fabricación de baterías. Los componentes imprescindibles para su fabricación son minerales como el coltán o el litio y que nadie sabe que se va hacer con ellas cuando se acabe su vida útil.

En el caso de aviones y barcos, que no pueden circular con baterías, se plantean los biocombustibles. Ya hace años, planteamos el problema de tener que dedicar grandes extensiones de tierra a la producción, no para obtener alimentos o preservar los ecosistemas naturales, sino para la obtención de biocombustibles.

Sin una revolución por el socialismo no es posible hacer frente a los problemas ambientales y sociales a los que nos enfrentamos

Anna Morelló

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