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Derrota imperialista en Afganistán: Confrontar el gobierno talibán. Solidaridad con los y las refugiadas

Lucha Internacionalista, 3 de octubre de 2021




Este artículo forma parte de un suplemento monográfico sobre Afganistan:
http://luchainternacionalista.org/IMG/pdf/supl_li175-afganistan-cas.pdf

Las imágenes de los aviones estadounidenses rodeados en las pistas por cientos de afganos, recordaban la huida desesperada de los EEUU de Vietnam. El atentado del ISIS-K que provoca más de 170 muertes, 13 de ellas soldados norteamericanos, añade dramatismo a un Biden acosado a preguntas incapaz de justificar el desastre de la retirada. Sus aliados de la OTAN también se apuntan a la crítica. La derrota del plan estadounidense tras 20 años de ocupación y de más de 2’3 billones de dólares gastados, se suma a la retirada de Irak, la otra invasión americana de este siglo. Dinero que nunca tuvieron el objetivo de sacar al pueblo afgano de la cola de las naciones más pobres del planeta. El retorno al poder de los talibanes, con quien Trump negoció en febrero de 2020 la retirada, añade más dolor a las condiciones del pueblo afgano y de las mujeres en particular. Y la Europa fortaleza ya se blinda ante una nueva ola de refugiados.

La derrota del imperialismo

El imperialismo deja, tras 20 años de ocupación, un país de escombros y la incapacidad de asegurar un régimen tutelado. La ocupación se cierra con cerca de 250.000 muertos.

Los 2’3 billones de dólares gastados por el imperialismo en el empleo corresponderían a 65.700 dólares por habitante (cerca de 56.000 euros) Una cifra enorme si la comparamos con el salario mínimo de 5500 afganis (poco más de 55 euros/mes), y un sueldo medio de 176 euros/mes. Cierto que las mujeres y las niñas recuperaron espacio después del gobierno talibán del 1996-2001. Pero la población bajo el umbral de pobreza se ha más que duplicado bajo la ocupación, llegando al 78% (tras sequías i pandemia). Uno de los países más pobres del mundo. Mientras, las hectáreas de amapola destinadas a la producción de opio y heroína crecían de las 8.000 a 2001 a las 263.000 en 2018: suponen en 10% del PIB, y ocupan tierras para cultivos esenciales (ver gráficos en última página). También ha crecido mucho la producción de efedra, planta base de la elaboración de las metanfetaminas.

Estas cifras explican buena parte del derrumbe del régimen títere: un gobierno dominado por antiguos criminales de guerra, nido de corrupción y represión mientras la miseria se extendía por todas partes. Forzada a escoger entre el empleo o los talibanes, una parte importante de la población no ve otra salida que la huida: uno de cada 10 afganos/as es refugiado fuera de su tierra.

Pero no todo el mundo ha salido perdiendo en el desastre afgano, las principales industrias militares estadounidenses se han hecho de oro en la guerra y han multiplicado su valor.

El resto de imperialismos, incluido España (ver recuadro) han tenido un papel de comparsa. Lo fue Aznar al inicio, y luego los gobiernos de PSOE y PP, hasta el último de coalición PSOE-IU/Podemos. El mismo papel que han tenido en la retirada.

EEUU ve como se debilita su posición en Asia Central, como antes en Irak. El gendarme mundial del capitalismo no es capaz de asegurar orden. En este contexto, Rusia, China, Irán o Turquía - además de Arabia Saudí- se proponen para ampliar su influencia y -si la situación se estabiliza- ponen su mirada en las zonas ricas en minerales (hierro, cobre, litio, cobalto ...), animados a invertir por los talibanes.

Kabul no es Saigón

La dimensión de la derrota norteamericana debilita Biden, cuando aún no ha cumplido un año de presidencia. Lamentablemente, y a pesar de la derrota y de que algunas fotos lo recuerdan, Kabul no es Saigón. Son dos derrotas militares del imperialismo norte americano, pero una como resultado del heroico movimiento del pueblo de Vietnam, a pesar de su dirección burocrática estalinista, que avanzaba en la expropiación de la burguesía y a la vez de un enorme movimiento de masas mundial contra la guerra, también con mucha fuerza dentro de los EEUU. Estos dos factores han estado ausentes en el caso de Afganistán y una fuerza contrarrevolucionaria como los talibanes han ocupado el vacío que deja el derrumbe del régimen y la retirada imperialista.

Es esta correlación de fuerzas entre las clases lo que ha permitido al imperialismo acabar pactando su retirada de Afganistán. Irse del país lo habían prometido todos los presidentes, demócratas y republicanos, desde Obama, Trump y finalmente Biden. Unos y otros fueron retrasando la decisión, conscientes de que detrás no podían dejar ni un gobierno y ni un régimen estable.

Fue finalmente Trump quien decide ponerle fin. Lo plantea ya en 2018, y lo concreta en el acuerdo de Doha de febrero 2020 con los talibanes. Es el pacto que sella la derrota, y la entrega del poder a los talibanes, se liberan 5.000 presos fundamentalistas, incluidos algunos de sus dirigentes, y se deja de lado al gobierno títere de Ashraf Ghani que ni siquiera está presente en la firma.

El imperialismo no esperaba esta materialización de la retirada, el avance de los talibanes fulminante y el derrumbamiento absoluto del régimen afgano de ocupación. La retirada debía hacerse efectiva en mayo, pero Biden plantea aplazarla a septiembre. Los talibanes no tenían que esperar, podían iniciar las negociaciones posteriores con una posición de fuerza y ​​eliminar al gobierno títere. Es el imperialismo quien ha acabado entregando el poder a los talibanes después de 20 años de guerra.

Si el ejército afgano no lo ha impedido es porque el régimen del empleo no tenía ningún tipo de legitimidad a los ojos de la mayoría de afganos, que tienen una vida miserable y veían sus ministros, muchos de ellos antiguos criminales de la guerra posterior a la derrota de la URSS en el país, en 1989, viviendo en lujosos palacios en Kabul. Toda la política del imperialismo se concentró en armar y entrenar un ejército afgano que se ha deshecho como un terrón de azúcar. ¿Por qué? Porque nadie, ni soldados ni civiles estaban dispuestos a morir por este gobierno. Es así como el 15 de agosto los talibanes se hicieron con el control de Kabul sin ninguna resistencia.

Contra el régimen reaccionario de los talibanes

Los talibanes son también resultado de las intervenciones imperialistas en Afganistán. Los años 80 se formaron milicias populares para combatir la invasión de la URSS. Eran los llamados muyahidines, que entonces gozaron del apoyo político y militar de EEUU contra el enemigo soviético: eran los freedom fighters (luchadores por la libertad) que se veían en las películas de Rambo. Tras la retirada de las tropas rusas, y una vez derribado el gobierno al que apoyaban en 1992, comenzó una cruenta guerra civil entre las diversas facciones de muyahidines, que cometieron todo tipo de atrocidades y provocaron una gran destrucción del país. En este contexto nacieron los talibanes, fundados por el mulá Omar, en 1994, con los estudiantes de las escuelas coránicas deobandis (1), de matriz ultraconservadora, la mayoría huérfanos o desplazados por aquellas décadas de guerra. Muchos combatientes muyahidines islamistas, decepcionados por el comportamiento y la corrupción de sus líderes, se pasaron a los talibanes, que se convirtieron en una milicia más en la guerra de todos contra todos. Hasta que se impusieron porque la gente los vio como la única alternativa al caos y la destrucción del país.

El régimen talibán fue una dictadura burguesa bajo la forma de un emirato islámico, que hacía la interpretación más reaccionaria de la sharia, como se hace en Arabia Saudita o Qatar: las mujeres encerradas en casa, castigos corporales, prohibición de la cultura o la música .... Y nada hace pensar que veinte años después hayan cambiado.

En 2001 los EEUU de George Bush invadieron Afganistán, en represalia por los ataques de Al Qaeda del 11 de Septiembre. El mismo Biden ha reconocido ahora que aquella guerra no tenía como objetivo ni mejorar la situación de las mujeres ni llevar la democracia a Afganistán, sino evitar más ataques en territorio estadounidense. El objetivo era acabar con el régimen de los talibanes para que dejaran de dar cobertura a Al Qaeda, matar a su jefe Bin Laden y destruir la organización yihadista. Pero la guerra contra el terror, que se amplió dos años más tarde a Irak (con el falso pretexto de las armas de destrucción masiva, pero en realidad para controlar sus pozos de petróleo y dar un aire a la industria militar en plena crisis económica en el corazón del capitalismo) alimentó aún más los agravios en la región: no sólo no se terminó con Al Qaeda sino que se dio lugar al Estado Islámico, que modernizaría los métodos del terrorismo salafista.

Tras 20 años de guerra, el ciclo se cierra con la retirada estadounidense y el retorno de los mismos talibanes al gobierno de Kabul, a los que el imperialismo ha acabado entregando el poder.

Hemos denunciado el papel reaccionario de los 20 años de ocupación imperialista y ahora hay que enfrentar las consecuencias de esta intervención: la dictadura reaccionaria de los talibanes. Todo el apoyo al pueblo afgano y en particular a las mujeres en la lucha contra el gobierno de los talibanes. Denunciamos todo intento de legitimarlo como ha empezado a hacer la Casa Blanca y la Unión Europea.

La Europa fortaleza se refuerza

El cambio de régimen llega cuando ya muchos afganos y afganas han sido forzados a marchar de casa: 2,2 millones en los países vecinos (sobre todo Pakistán e Irán) y 3,5 millones como desplazados internos dentro del país. Medio millón han huido del país entre enero y agosto antes de la entrada de los talibanes. Cientos de miles más intentan desesperadamente salir del país.

Como siempre, aunque la crisis se produce en los países vecinos, los estados europeos, con muchos más recursos y corresponsables de la intervención norteamericana, comienzan con la retórica del blindaje. Grecia ha completado una valla ultra sofisticada la frontera terrestre con Turquía (que ya acoge a más de cuatro millones de refugiados sirios), Turquía ha reforzado la vigilancia en la frontera con Irán. La UE ya ha dicho que tendrá que hablar con los talibanes, mientras sus estados han dejado atrás miles de afganos y afganas que han trabajado todos estos años de ocupación y que ahora pueden sufrir las represalias de los talibanes.

Es terrorífica la hipocresía con que los gobiernos europeos hablan ahora de los y las refugiadas afganas, cuando durante años los han maltratado descaradamente. Hemos visto cómo sus criaturas morían ahogadas en el Egeo, las palizas a manos de los policías en las fronteras de Serbia o como Alemania, Francia, Holanda, Austria, Italia o Grecia hacían deportaciones masivas sin ningún escrúpulo a Afganistán, negando evidencia de una guerra en la que ellos mismos participaban. Las situaciones más brutales de discriminación y racismo las hemos visto en los campos de refugiados europeos con los y las afganas.

La Europa fortaleza se vuelve a poner en evidencia ante las consecuencias de una guerra en que ha participado. El problema no es sólo el retorno de los y las afganas más involucradas en la colaboración, sino de los derechos de cualquier persona para buscar un lugar en el que poder trabajar y vivir. Por eso defendemos el derecho universal a la libre circulación y denunciamos que las leyes de extranjería no son sino un instrumento para someter a la explotación laboral decenas de miles de trabajadores y trabajadoras.

Lucha Internacionalista

NOTA:
(1) Deobandis: corriente sunita
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España: 20 años de comparsa del Pentágono

Más de 27.000 militares españoles han participado en la ocupación de Afganistán, primero bajo la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad, desde 2001 hasta 2014) creada por el Consejo de Seguridad de la ONU, y luego bajo el mando directo de la OTAN. 102 soldados españoles muertos. Y un gasto calculado en 3.638 millones de euros.

El 27 de diciembre de 2001, el gobierno de José María Aznar daba luz verde a la participación de 485 militares en la ISAF. En 2004, tras los atentados de marzo en Atocha, el PSOE gana las elecciones con la promesa de la retirada de Irak. Obligado a hacerlo y provocando la indignación de Bush, José Luis Rodríguez Zapatero "lo compensa" con un aumento de tropas en Afganistán. Entonces teoriza la guerra "buena" en el marco de la legalidad internacional y autorizada por la ONU, en contraposición a la guerra "mala" de Irak. En el debate parlamentario recibirá amplio apoyo: 302 votos a favor, 10 en contra (los 5 de IU-verdes, 1 EA, 2 BNG y 1 Nafarroa Bai y un diputado socialista) y una abstención. A la vez el Congreso autorizaba el despliegue de la Guardia Civil en Haití, en este caso también con el voto favorable de IU-Verdes. Se desplegarán en Afganistán hasta 750 militares.

Con la llegada de Obama en el 2009, el despliegue militar español escalará hasta los 1.521 de 2011, cifra máxima. En el segundo mandato de Rajoy hasta los 77 de 2016. Con el Gobierno PSOE-IU/Podemos llegan a 159 este 2021.

20 años después, la supuesta guerra "buena" y "legítima" contra el terror, para hacer restablecer los principios de la "legalidad internacional" y de la democracia como decía Zapatero, se ponen en evidencia. Como en la retirada, España ha sido una comparsa al dictado del gendarme norteamericano.

Lucha Internacionalista

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