El pasado mes de diciembre, el senado chileno aprobaba la ley de matrimonio igualitario, convirtiéndose en el 31º país en reconocer legalmente el matrimonio entre personas del mismo género. La aprobación de esta ley es un gran triunfo de la movilización y del movimiento LGBT chileno, en un país profundamente conservador, donde sigue viva la herencia de la dictadura pinochetista -con la familia nuclear heteronormativa como eje-, y con un gran peso de la iglesia católica en las esferas económica, mediática y política. Así vemos como las prácticas sexuales homosexuales no fueron despenalizadas hasta 1999, no se legalizó el divorcio hasta el año 2004 y, todavía hoy, el aborto no es 100% legal. Este hito no es solo un logro para el movimiento LGBT chileno, sino que supone un gran avance para toda Latinoamérica, en donde el matrimonio igualitario es ley únicamente en ocho países.

Este proyecto de ley, que aborda las carencias del Acuerdo de Unión Civil aprobado en 2015 (derechos de filiación, adopción, fertilización asistida...), se presentó durante el gobierno socialdemócrata de Bachelet en 2017 y se paralizó cuando Piñera ascendió al poder, respaldándose en discursos reaccionarios como que el matrimonio pasa por la unión heterosexual y ha de conllevar la reproducción.

Tras el estallido social del 18 de octubre de 2019 se produce una izquierdización de los movimientos sociales: el movimiento feminista, el movimiento de la disidencia sexual y de género, y el conjunto de la clase trabajadora y sectores populares ponen sobre la mesa una serie de demandas que no se quedan solo en derechos democráticos, si no que van más allá y claman por la caída del régimen heredero de la dictadura. En julio de 2021 Piñera, desbordado por el movimiento y en un gesto oportunista, cede y desbloquea el proyecto de matrimonio igualitario.

Si bien celebramos esta conquista, sabemos que en el marco de este sistema capitalista y patriarcal cualquier derecho que ganemos estará continuamente cuestionado. Así vemos como, por ejemplo, en el estado español -tras 16 años de haberse aprobado la ley de matrimonio igualitario- todavía escuchamos discursos de líderes políticos que niegan nuestras vidas, nuestros deseos y nuestros derechos; sin ir más lejos, hace apenas unas semanas, el partido de extremaderecha VOX intentaba pactar con el PP para eliminar las leyes LGBT de la Comunidad de Madrid. En Chile también lo hemos visto: apenas una semana después de la aprobación de la ley, y antes de las elecciones del 19 de diciembre, el ultraderechista Kast afirmaba que si ganaba intentaría retirar esta ley, alegando que el matrimonio solo puede ser entre parejas heterosexuales.

Cada derecho que conseguimos es un paso adelante, pero la situación del colectivo sigue siendo crítica. Las agresiones, la precariedad y la discriminación siguen siendo el pan de cada día de las personas LGBT. Por eso la lucha por nuestros derechos ha de ir acompañada de la lucha por un cambio de sistema. Porque la violencia LGBTfóbica y la opresión que sufrimos las disidencias sexuales y de género es estructural e intrínseca a este sistema capitalista y cisheteropatriarcal. Desde Lucha Internacionalista felicitamos a las compañeres chilenes por este triunfo y hacemos un llamamiento a seguir movilizadas, a la coordinación internacional de las disidencias y a la organización del movimiento totalmente independiente de todo gobierno e institución. ¡Que siga la lucha!

Cris Darriba