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La lucha ecológica es contra el capitalismo

Marc Palomer, 16 de noviembre de 2022




El mundo en el que vivimos es cada día un poco más hostil para la vida humana y animal. La proliferación de enfermedades infecciosas, condiciones meteorológicas adversas y escasez de recursos son problemáticas cada vez más cercanas a la gente y cuya repercusión sin duda notamos en propia piel. De todas maneras, nada de esto es nuevo para la humanidad: siempre ha habido epidemias, huracanes, sequías y luchas por los recursos. El problema es que estos fenómenos están aumentando en frecuencia y magnitud, así como apareciendo en zonas del globo donde nunca antes se habían visto. Ya hace tiempo que se ha demostrado científicamente que esta situación es debida a la actividad humana derivada de la producción y transporte capitalistas. (1)

Hace falta entender que el rol destructivo que ejerce el capitalismo sobre el hombre y la naturaleza no es simplemente consecuencia de la inocente producción generada con las mejores intenciones sociales, sino que de entre todas las opciones de producción (geográficas, de tratado de residuos etc.), el capitalismo y su libre mercado siempre escogen la que genera mayor margen de beneficio a sus accionistas, que además suele ser la que tiene mayor impacto negativo sobre el bienestar social y ambiental. Esta dinámica nos ha llevado al bien conocido fenómeno global de la deslocalización del trabajo hacia países de la periferia del imperialismo, que el propio sistema ya se ha asegurado que tengan regulaciones más laxas tanto en ámbito laboral como ambiental, permitiendo deforestaciones, vertidos y tratos inhumanos que no se permitirían en las metrópolis imperialistas. Es decir, la destrucción ambiental es posible por la dominación de clase.

Por tanto, el capitalismo no sólo no está desarrollando las fuerzas productivas (2) en esta etapa, sino que las está destruyendo.

La Covid-19 es un ejemplo claro de lo que se podría evitar con políticas antiespecistas, que conseguirían dificultar la transmisión de enfermedades entre animales causadas por la destrucción de sus hogares y el hacinamiento e insalubridad en su producción, transporte y comercialización.

Referente al calentamiento global y el efecto invernadero: el C02 es uno de los 4 gases junto con el metano, el ozono y el agua que más contribuyen al calentamiento de la tierra1, y el que tiene una más compleja autorregulación con los sistemas biológicos de nuestro planeta. Las temperaturas globales suben de media cada año. Este fenómeno térmico, es el causante directo de la descongelación de microorganismos hostiles para la vida animal, la subida del nivel del mar y el incremento de eventos meteorológicos adversos como inundaciones, huracanes, tifones y sequías. Estos factores sumados al aumento de la acidificación de los
océanos y a la consecuente desestabilización de la cadena trófica marítima provocará hambrunas sin precedentes, con previsibles migraciones climáticas y extinciones masivas.

Viendo tan desesperanzadora realidad para la juventud revolucionaria mundial tenemos que preguntarnos: ¿Hay espacio para la reforma del sistema capitalista o la destrucción ambiental le es inherente? ¿Ante un inminente colapso climático, cuál es la estrategia? ¿Somos colapsistas? ¿Decrecentistas? ¿Basta con ser revolucionarios? ¿Porque la lucha por el clima es mayoritariamente joven, debería ser así?

Ante este escenario nosotras lo tenemos claro: necesitamos urgentemente acabar con la destrucción de la naturaleza, y para eso es necesario caminar hacia el fin del capitalismo. La burguesía reformista lleva años demostrando que no es posible la pervivencia del medio ambiente en un sistema que antepone la ganancia de unos pocos antes que la salud de la naturaleza y del propio ser humano. Por eso llamamos a la organización de la juventud con el conjunto de la clase obrera; porque solo en un sistema en el que primen los intereses de las trabajadoras se podrá frenar la destrucción medioambiental capitalista.

Marc Palomer

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Transición ecológica

El imperialismo europeo y sectores liberales yankis abogan por el consenso burgués, claramente visible en instituciones como la ONU, de crítica a los negacionistas. El problema es que no pueden proponer medidas de fondo que vayan de la mano de las necesidades empíricas del ritmo de destrucción capitalista y del riesgo que entraña para el ser humano y la tierra. Las aspiraciones burguesas de transición energética a renovables son una expresión más de estas contradicciones. Para que países como los nórdicos o Dinamarca puedan desarrollar sus energías renovables como placas fotovoltaicas, turbinas eólicas o incluso energía nuclear es necesario que se expolie silicio, uranio y fuerza de trabajo de los países de la periferia del imperialismo. Países muchos de los cuales seguirán quemando carbón para generar energía, carbón que genera el 60% de la producción eléctrica mundial (https://data.worldbank.org/indicator/EG.ELC.COAL.ZS).

NOTAS:
(1) Martinez, L. H. (2005). POST INDUSTRIAL REVOLUTION HUMAN ACTIVITY AND CLIMATE CHANGE 403–421. http://www.jstor.org/stable/42842978
(2) Entendemos por fuerzas productivas por los medios de trabajo (esencialmente la naturaleza), el ser humano y las herramientas y la técnica

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