El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el movimiento feminista llenó las calles en todo el Estado Español. Después de los años de pandemia y sin ningún tipo de restricción en este sentido, el movimiento ha demostrado su masividad y contundencia. Centenares de miles en Madrid y decenas de miles en Barcelona, Zaragoza, Sevilla, entre otras ciudades. Además, en Catalunya la jornada se realizó en el marco de la convocatoria de huelga general por parte del sindicalismo combativo agrupado alrededor de la Mesa Sindical. A pesar de los ataques cada vez más extendidos de sectores de derecha y fundamentalistas en todo el mundo, el feminismo responde dejando claro que no está dispuesto a hacer ningún paso atrás en sus derechos.

Un 8M que llegó marcado por el aumento de las violencias machistas y patriarcales y en particular de las agresiones sexuales, pero también por una brecha salarial del 33% y de pensiones del 24%. Esta situación de precariedad se ve agravada este año por un aumento del coste de vida y la consecuente pérdida del poder adquisitivo. Mientras la inflación se mantiene alrededor del 8% el incremento salarial medio por convenios es tan solo del 2,65%. Si la clase trabajadora en general está sufriendo las consecuencias de la crisis económica y social, las mujeres trabajadoras todavía más.

A pesar de años del “gobierno más progresista de la historia” la realidad es que nuestra situación de precariedad continúa empeorando y lamentablemente se ha llegado a un récord de feminicidios desde que los observatorios los contabilizan. Además, la no derogación de la ley de extranjería condena a miles de mujeres a la irregularidad y carencia de derechos. No basta con discursos feministas ni con la sanciones de más leyes, es necesario y urgente presupuesto para prevenir y erradicar las violencias. Pero, el Ministerio de Igualdad continúa siendo de los que menos presupuesto en contraposición al de Defensa.

En parte esta política se repite en Catalunya donde a pesar de un gobierno -tanto en la Generalitat como en el mismo Ayuntamiento de Barcelona- que se autoproclama feminista y se ve a sus *dirigentes en las manifestaciones, la precariedad llega directamente a los mismos servicios contra las violencias machistas. Pocos días antes del 8 de marzo se manifestaron las trabajadoras del Servicio de Atención, Recuperación y Acogida (SARA) y del Servicio de Intervención Especializada (*SIE). En este último, que depende de la Generalitat de Catalunya, las trabajadoras denuncian que trabajan con una ratio de 100 casos por cada profesional y que, mientras el aumento de casos ha aumentado un 50% de un año al otro, el presupuesto de este servicio tan solo ha aumentado un 10%. No podemos permitir que los y las políticas pro-patronales se llenen la boca hablando de feminismo mientras aplican estas políticas.

Pero la particularidad más importante de este año fue que en muchas ciudades hubo dos convocatorias de manifestación. En Madrid la división fue la expresión de la misma división del gobierno del Estado ante la reforma de la ley de “sólo si es si”. Una reforma aprobada por el PSOE, PP y con la abstención de VOX que, con la excusa de la rebaja de penas que provocó la salida de prisión de algunos condenados, aprovecharon para cuestionar el concepto de consentimiento y volver a poner el énfasis en la cuestión de la “presencia o no de violencia”. Pero en esta división de las manifestaciones también se expresa un sector reaccionario del feminismo transfóbico que excluye a las mujeres trans de la lucha feminista con argumentos biologicistas que nada a ver tienen con la esencia de lucha de nuestro movimiento.

En otras ciudades también el movimiento ha marchado dividido, en parte por estas cuestiones, pero en parte también como una forma de respuesta ante un sector del movimiento feminista vinculado a los gobiernos que quiere institucionalizar y tergiversar la lucha feminista. Por eso en ciudades como Lleida o Girona la división de la manifestación fue entre el sector reformista y un sector cada vez más importante del feminismo que reivindica el anticapitalismo y la lucha de clases como perspectiva fundamental para poder acabar con el patriarcado y sus consecuencias. Desde Lucha Internacionalista somos contundentes en este aspecto: sin una perspectiva revolucionaria y de clase nunca podremos acabar con la lacra del machismo y el patriarcado. Por eso lo tenemos claro: unidad de acción en defensa y por cada uno de nuestros derechos, pero siempre con el objetivo de construir un feminismo de clase y anticapitalista. El institucionalismo es evidente que no nos sirve: tan solo hay que ver cómo el Tribunal Constitucional ha tardado más de 10 años en resolver el recurso del PP contra la ley del aborto. Sus tiempos no son los nuestros porque las instituciones no dejan de reproducir el sistema en el que vivimos.
Siguiendo el ejemplo de las mujeres de Irán, de la resistencia Palestina y de las trabajadoras de Inditex que consiguieron un triunfo salarial muy importante.

Hacemos un llamamiento a seguir en las calles y organizadas. Hay que hacer asambleas de balance y continuidad de las importantes movilizaciones del 8 de marzo. Respondiendo a cada intento de ataque a nuestros derechos como hemos hecho recientemente en el barrio de Les Corts de Barcelona donde respondimos a un llamamiento anti-abortista del cura de la Iglesia. Pero también yendo más allá, planteando una salida de fondo al sistema en el que vivimos porque como gritamos en las calles: patriarcado y capital alianza criminal.

Rosario Mendieta