Un año después de la masacre en la valla de Melilla, el gobierno del PSOE-Sumar-IU-Podemos sigue sin asumir ninguna responsabilidad. Son 37 muertos, al menos 76 desaparecidos y ni una sola palabra de condena: sólo felicitaciones a las fuerzas auxiliares marroquíes por hacer el trabajo sucio en la frontera de España. El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, sigue vergonzosamente en el cargo después de que los medios de comunicación españoles e internacionales hayan mostrado imágenes y testigos que evidencian de forma incontestable la participación de la Guardia Civil española en las muertes. Las autoridades españolas no han realizado ninguna investigación efectiva y decenas de familias malviven todavía en la angustia de no saber qué ocurrió con sus hijos y hermanos. Urge la formación de una comisión de investigación internacional con los familiares de las víctimas, las ONG y personas de reconocido prestigio para que estas muertes no queden impunes.

Y la masacre continúa, como hemos visto con el naufragio de Pylos en Grecia, uno de los peores en el Mediterráneo en las últimas décadas, con al menos 600 muertos, tras días después de que la embarcación fuera localizada en evidente peligro y los estados y Frontex decidieran abandonar -la. Incluso existen dudas razonables sobre si una maniobra de los guardacostas griegos para alejar la embarcación de sus aguas habría precipitado el naufragio.

También ha continuado en Canarias, donde el miércoles se hundió una patera con 60 personas a bordo, después de que un buque de rescate de Salvamento Marítimo no interviniera durante toda la noche, a la espera de que llegara una patrullera marroquí para devolverlos. El piloto de Salvamento que vigilaba la embarcación aseguraba que estaba en zona de rescate española. El resultado dos fallecidos y 35 desaparecidos que también se ha tragado el mar.

Estas políticas asesinas no frenan la inmigración: todo el mundo sabe que es imposible detener a la gente en movimiento, y que los flujos dependen de las crisis (políticas, ecológicas, climáticas, económicas…) que obligan a la gente a irse de su casa, no de lo que se encuentren a la llegada. Además, España y la UE cooperan y financian regímenes dictatoriales para subcontratarles la vigilancia de sus fronteras, lo que aún empeora la situación y obliga a más gente a marcharse.

Son espectáculos del terror que buscan otro efecto político: legitimar la tendencia a estados cada vez más policiales y militarizados, profundizar en la división entre “nosotros” y “ellos”, demonizando a los migrantes como no sujetos de derecho. Y a esto respondemos que son nuestros muertos y nuestras muertas, la juventud, la gente trabajadora, la gente que sufre la represión para intentar cambiar las cosas, las mujeres a las que regímenes patriarcales condenan a encerrarse en casa.

El espectáculo del terror de la UE es el mismo que el del gobierno PSOE-Podemos, que ni ha derogado la ley de extranjería, ni siquiera ha hecho una regularización extraordinaria ni con la emergencia de la pandemia y se ha vendido al régimen de Marruecos, con la traición a la población saharuai, reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, lo que contradice el derecho internacional y las obligaciones del estado español como ex metrópoli. Todo al precio del blindaje fronterizo.

Estas políticas son precisamente las que establecen el marco sobre el que después la ultraderecha construye su discurso racista y clasista. Uno de los resultados destacados en las elecciones ha sido el avance de Vox, que ha obtenido 1,6 millones de votos. El ascenso de Vox forma parte de un proceso más profundo, con expresiones en todo el mundo: Meloni, Trump, Bolsonaro, Le Pen, Milei.

La extrema derecha ha existido siempre, ¿por qué ahora toma vuelo? ¿Por qué además lo hace en todo el mundo? Atravesamos una profunda crisis capitalista que empuja a la miseria a sectores crecientes de la clase obrera y los pueblos. A todo precio el gran capital debe evitar que ese profundo descontento obrero y popular se gire contra ellos, que son los verdaderos responsables de la crisis. El objetivo de la extrema derecha es dividir la respuesta obrera y popular encontrando los supuestos culpables del grave retroceso de las condiciones de vida entre la gente del pueblo: el inmigrante, el pobre, la mujer, el homosexual, el musulmán, el okupa, los anarquistas o los comunistas…

La lucha por la calle

La lucha contra la extrema derecha no es sólo una batalla ideológica contra el machismo, el racismo, el españolismo... porque no se esconden y hacen bandera. Asimismo, es equivocado intentar “aislar” a la extrema-derecha con un pacto de las fuerzas “democráticas”. Para enfrentar la extrema derecha es necesario hacerlo desde la independencia de clase, combatiendo las políticas de los gobiernos que ponen alfombra al desarrollo de la extrema derecha. ¿Cómo es posible combatir el racismo de Vox si no es desde la denuncia de la política de inmigración del Gobierno PSOE-IU-Podemos? ¿Cómo combatir la criminalización de la ocupación de Vox sin cuestionar a los gobiernos centrales y autonómico que permiten miles de pisos vacíos en manos de los grandes tenedores, que no cortan la especulación ni impulsan un parque público de vivienda? ¿O sin luchar contra la precariedad laboral, los despidos y los cierres? Si no ponemos el centro en la lucha en los barrios, en la organización y la movilización para resolver estos problemas en los centros de trabajo, en las fábricas en los institutos, las universidades… La extrema derecha tiene el terreno abonado para su demagogia.

¡Comisión internacional de investigación de la masacre del 24J en Melilla!
¡Grande Marlaska dimisión!
¡Fuera la ley de extranjería, ninguna persona es ilegal!
¡Regularización ya para todas las trabajadoras sin papeles en España!

Lucha Internacionalista