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Obama y Latinoamérica

¿La Unasur es independiente del imperialismo?

Alejandro Iturbe, 7 de agosto de 2009




En la última semana de agosto
pasado, se realizó la reunión
de la Unasur (Unión de Naciones
de América del Sur, en la
ciudad de Bariloche (Argentina),
con la participación de
todos los presidentes de la
región. La organización comenzó
a funcionar en el año
2008, con la supuesta intención
de servir como un «ámbito
de las naciones sudamericanas
» que, a diferencia de la
OEA (Organización de Estados
Americanos), funcionaría sin la
presencia de representantes
del imperialismo estadounidense
y con mayor independencia
de éste.

Por eso, algunos sectores de izquierda
depositaran grandes esperanzas
en las «perspectivas independientes
» de la Unasur. Por ejemplo,
el escritor político germanomexicano
Hanz Dieterich planteó,
en un artículo reciente, que dentro
la Unasur se libraba una batalla entre
«dos fuerzas antagónicas» (la
bolivariana y la proimperialista) y que
estaba abierta la posibilidad de que
los primeros lograsen que la organización
actuase con «patriotismo y
dignidad» («Bariloche: la lucha por
la hegemonía militar en América del
Sur», publicado en http://
www.rebelión.org/, 30/08/2009).

Sin embargo, al igual que las reuniones
anteriores, esta última volvió
a revelar con claridad la verdadera
esencia de la Unasur, más allá
de sus pretensiones de «independencia
». El tema principal discutido
fue el de las siete bases militares
que el gobierno colombiano de
Álvaro Uribe acababa de poner a
disposición de las fuerzas armadas
de EE.UU., con el argumento de
«combatir el narcotráfico y el terrorismo
de las FARC».

Es cierto que hubo fuertes críticas
previas de algunos presidentes
a la decisión de Uribe (el venezolano
Hugo Chávez llegó a hablar de
«vientos de guerra»). Sin embargo,
la reunión resolvió no condenar esta
decisión del gobierno colombiano.

En la declaración final (llamada «Proyecto
de decisión»), apenas se incluye
una referencia a «que la presencia
de fuerzas extranjeras no puede
amenazar la soberanía e integridad
de cualquier nación sudamericana,
la paz y la seguridad de la región».
Algo así como aceptar pasivamente
que entren a su casa varios
hombres armados (con fuertes antecedentes
de robo) y sólo exigirles
una promesa de que «no van usar
las armas». Muy pocas «nueces»
para tanto «ruido» previo.Algo que
ya parece común en el caso de la
Unasur. En otras palabras, volvió a
revelarse con claridad que la
Unasur, lejos de ser un «factor de
independencia» de Sudamérica (o
al menos, una posibilidad abierta en
ese sentido) es, en realidad, una
herramienta al servicio del imperialismo.
En particular, mostró también
que «calza como anillo al dedo» en
la política que EE.UU. impulsa actualmente
para Sudamérica.

Obama representó un «ajuste
necesario»...

El gobierno de Barack Obama
representó un cambio en la táctica
política del imperialismo para enfrentar
la situación mundial y la lucha
de las masas, con respecto a su
antecesor George W. Bush. Para
evitar falsas discusiones: no tenemos
ninguna confusión en que, al
igual que Bush, Obama defiende a
fondo los intereses imperialistas y
la necesidad de avanzar en el control
político del mundo para garantizar
el saqueo de riquezas al servicio
del imperialismo. Pero las condiciones
en que debe hacerlo son
diferentes y necesita adaptarse ello.

Para entender esa necesidad de
adaptación, es preciso comprender
el fracaso de la política de Bush.
Después del atentado a las «torres
gemelas», el 11 de setiembre de
2001, Bush aprovechó su efecto,
para lanzar entonces la «guerra
contra el terror» y contra los países
integrantes del «eje del mal». El objetivo
era garantizar un «siglo americano
». Esta política representó un
fuerte giro militar y autoritario de la
política exterior estadounidense y se
expresó, especialmente, en las invasiones
a Afganistán (2002) e Irak
(2003), y el impulso al golpe de estado
contra Chávez, en 2002.
Pero el proyecto de Bush chocaron
duramente con la respuesta
del movimiento de masas y su política
fracasó: nunca terminó de
dominar Afganistán, la guerra de
Irak se transformó en un pantano,
el pueblo venezolano derrotó rápidamente
el golpe contra Chávez,
las masas palestinas lucharon (y luchan)
denodadamente contra Israel
y sus agentes, etc.

Por eso, era necesario hacer un
ajuste en la política imperialista para
enfrentar la nueva realidad y «disminuir
las pérdidas». Si el «garrote»
había fracasado se trataba de volver
a ofrecer algo de «zanahoria».

O, por decirlo de otra manera, a
volver a proponer negociaciones
para salir de los «atolladeros»
Ya el propio Bush se vio obligado
a comenzar con este ajuste. Por
ejemplo, en su política hacia Irak o
en el cambio de actitud real hacia
Chávez (más allá de los habituales
ataques mediáticos que ambos se
dedicaban) y en su política hacia Irak.
Pero Obama, con su aspecto de
«joven negro», es la representación
más cabal de ese cambio que plantea
ahora un nuevo equilibrio entre
las negociaciones y la política militar
o de amenazas, para alcanzar los
objetivos imperialistas. El centro pasó
a ser la «zanahoria» (las negociaciones)
y el garrote se emplea como
un factor auxiliar y coadyuvante.

Nuevamente, para evitar confusiones,
no creemos que Obama sea
una «paloma de la paz» que abandona
la «acción militar», basta ver
su política de intensificar la guerra
en Afganistán. Fue la lucha de las
masas y las derrotas que
esta lucha infligió a la política
del imperialismo las
que impusieron este cambio
de táctica, no la «buena
voluntad» de Obama.

...también en
Sudamérica

La actual política del
imperialismo se expresa
con mucha claridad en
Latinoamérica, considerada
una región clave por la
burguesía imperialista de
EE.UU., tanto por la cercanía
geográfica (el «patio trasero»)
como por las riquezas que le saquea
a través de su dominio colonizador.

Es claro que Obama quiere mantener
el control de una «amenaza
militar latente», a través de las bases
militares de Colombia y de la
reactivación de la IV Flota, patrullando
las aguas latinoamericanas.
Pero el centro de su política actual
es la «institucionalidad» para negociar
y resolver los conflictos.
Aquí es donde la Unasur se muestra
como una herramienta perfecta
para «poner paños fríos» y evitar la
profundización de los conflictos en
Sudamérica. Siempre, claro, resguardando
los intereses más estratégicos
del imperialismo y aplicando
su táctica actual.

Por ejemplo, su primera reunión
efectiva se realizó en setiembre de
2008, en Chile, en medio de los
enfrentamientos entre el gobierno de
Evo Morales y la burguesía
ultraderechista de la Media Luna.
La resolución final condenó cualquier
intento de golpe contra Evo,
pero, al mismo tiempo, llamó al «diálogo
conciliador» entre un gobierno
legítimo y sectores fascistas.

Ahora, la «historia vuelve a repetirse
»: con la excusa de «defender
la unidad de la Unasur» se vota una
declaración que, de hecho, legaliza
el uso de las bases colombianas
por parte de las FF.AA. de EE.UU.
y evita cualquier condena al gobierno
de Uribe por permitir esta violación
de la soberanía militar del
subcontinente.

La invasión de Haití

Pero el mayor ejemplo de sumisión
al imperialismo de la mayoría
de los gobiernos sudamericanos es
la ocupación de Haití. Allí, al servicio
de un proyecto de saqueo y explotación,
el imperialismo «tercerizó»
la acción militar, camuflándola como
una «misión de paz» de la ONU (la
Minustah) que encabezan y comandan
las tropas brasileñas, pero que
también integran soldados de Argentina,
Chile, Uruguay, Paraguay
y hasta de Bolivia.

Son soldados enviados por los
gobiernos sudamericanos los que
reprimen, asesinan y violan al pueblo
haitiano, cuando éste protesta
y lucha contra el hambre y contra
el salario más bajo del continente
americano. Y nadie en las reuniones
de la Unasur (ni siquiera Chávez
que sí lo critica por fuera) levanta
su voz contra este atropello.

El papel de Brasil

En otras palabras, no hace falta
que el imperialismo esté presente
físicamente, a través de Obama,
sus representantes o sus soldados,
para que sus intereses sean defendidos.
En este sentido, la Unasur
se muestra como una herramienta
a su servicio y, en especial, al de su
política actual.

En este sentido, la dirección de la
Unasur está, en los hechos, en
manos de Lula y de Brasil. Lo que
expresa, por un lado el peso económico
de este país en Sudamérica.
Por el otro, muestra la disposición
de Lula y de la burguesía brasileña
para jugar ese papel de «dirección
política regional» y también militar,
como se evidencia en Haití. No es
casual que Obama se refiera públicamente
a Lula como «su hombre»
en la región.

La lucha contra el
imperialismo será obra de los
trabajadores y las masas

Hay que destacar que esas resoluciones
de la Unasur fueron votadas
unánimemente por todos los
presidentes, desde Uribe hasta
Chávez. En otras palabras, «todos»
los presidentes sudamericanos tienen
un lugar y un papel
en la «mesa» de la actual
política imperialista. Lula
se ubica en el «centro»,
pero a la derecha, hay lugar
para Uribe, y a la izquierda,
para Chávez, Evo
y Correa.Al mismo tiempo,
muestra que el supuesto
antiimperialismo
de éstos últimos se limita
esencialmente a la retórica
frente a los medios de
prensa. A la hora de la
verdad, votan junto con
Uribe. Porque todos ellos
(incluso los de mayor retórica
antiimperialista o que realizan alguna
acción «progresiva») aceptan, en
última instancia, la recolonización
imperialista. Por eso, la Unasur no
puede actuar con «patriotismo y dignidad
» La unidad de las naciones y
pueblos sudamericanos es imprescindible
para evitar conflictos
fratricidas y enfrentar juntos al imperialismo.
Pero esa unidad
antiimperialista no vendrá de la
mano de la Unasur sino de la lucha
de los trabajadores y las masas, con
total independencia política de las
burguesías nacionales.

Correo Internacional,
órgano de la LIT-CI.

7/08/09

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