Después de las elecciones
presidenciales del 12 de julio, el
pueblo iraní salió a las calles en las
principales ciudades del país para
protestar contra los resultados del
escrutinio que daban la victoria al
actual Presidente, Mahmoud
Ahmedineyad, con el 63% de los
votos contra solo el 33% de su
principal rival, el supuesto “reformista”
Mir-Hossein Mousavi. Los
estudiantes, las clases medias y
algunos sectores de los trabajadores
empezaron las protestas
calificando los resultados como
manipulados; no obstante, en poco
tiempo las movilizaciones tomaron
otro rumbo y las reivindicaciones
democráticas sustituyeron la
simple petición de un nuevo
recuento de los votos, siendo
“No al Dictador” el principal lema.

La respuesta del régimen a los
manifestantes ha sido brutal: a
partir de que el Líder Supremo,
ayatolá Ali Jamanei, no diera
crédito a las quejas de fraude
electoral (solo aceptó un recuento
parcial de unos 500 mil votos) y
felicitara a Ahmedineyad por su
“victoria”, las fuerzas de seguridad,
principalmente los Guardianes de la
Revolución y los bajis (bandas
paramilitares religiosas del
régimen) reprimieron las protestas
con balas y palos, deteniendo a
cientos de opositores y matando al
menos a 20 personas, entre ellas la
joven Neda Agha-Sultan que se
convirtió en el símbolo del coraje de
la resistencia popular contra el
régimen reaccionario
de los mullahs.

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