En nombre de la crisis...

Claro, N. Sarkozy no es el centro
del mundo, pero es el representante
de una de las principales potencias
imperialistas, y en crisis, igual
que el sistema capitalista. (...) Por
eso, Sarkozy previene que si la ONU
no acepta reformarse, el G20 (constituido
por los países imperialistas y
el primer círculo de sus vasallos) tomará
las cosas en sus manos.

Menos de una semana después,
el 27 de enero, en su discurso de
apertura del foro económico mundial
de Davos, Sarkozy simula una
crítica contra los bancos, los paraísos
fiscales, etc., diserta una vez más
sobre la moral y pone en alerta contra
la constitución de nuevas burbujas
especulativas que pueden causar
la quiebra de los Estados…, mientras
que toda su política está al servicio
exclusivo de los capitalistas. (...)
En nombre de la crisis, Sarkozy,
Obama y los otros han reafirmado
su voluntad de defender el sistema
capitalista, voluntad que desemboca
en medidas concretas: despidos,
reducción de salarios, ataques contra
la protección social y los servicios
públicos. En ese terreno, la
Unión Europea se muestra muy
ofensiva, aunque perdure mientras
tanto su propia crisis institucional (...)

En realidad, la crisis económica
tensa más aún las relaciones entre
los Estados miembros, ya que algunos
atraviesan grandes dificultades,
como Grecia, los países
bálticos, Rumania, España, Portugal…
¿Cómo asombrarse entonces
de que los Estados miembros que
detentan realmente el poder «hayan
elegido» a personajes del calibre
de Herman Van Rompuy y de
la baronesa Catherine Ashton para
los puestos, respectivamente, de
Presidente del Consejo Europeo y
de «Alta representante de la UE
para Asuntos Exteriores»?

Crisis del sistema capitalista, crisis
de la Unión Europea, crisis de la
clase dominante: si todos están de
acuerdo en cuanto al objetivo que
debe alcanzarse, los desacuerdos se
multiplican sobre cómo hacerlo. La
tentativa de establecer una nueva
división internacional del trabajo, de
manera pacífica por el momento,
pasa -en Francia al menos- por la
liquidación de sectores enteros de
lo que queda del aparato industrial.
Por ello, la tentativa de aproximación
del agroalimentario y de la gran
distribución bajo los auspicios de
este último, impulsada por el Gobierno
Sarkozy-Fillon con el apoyo
del sector mayoritario del MEDEF,
causan divisiones que no deben
descuidarse. Como tampoco debe
minimizarse la repercusión del
«asunto Clearstream», la apelación
por parte del procurador contra la
liberación de D. de Villepin, antiguo
Primer Ministro, y las declaraciones
de este último cuestionando a
Sarkozy personalmente.

No están de acuerdo sobre
cómo alcanzar su objetivo, pero
ya decidieron quién va a pagar la
cuenta: los trabajadores.

Cientos de millares de parados se
encontrarán próximamente con el
fin de sus derechos a causa de la
reforma de los ASSEDICS organizada
por el MEDEF y la CFDT,
mientras que los despidos en nombre
de la crisis siguen multiplicándose.
En nombre de esta crisis,
cuyos únicos responsables son los
capitalistas, ya se anuncia la destrucción
del sistema de jubilaciones.
Claro, pretenden que no van
a cambiar nada, y Sarkozy explica
a quién quiera oírlo que no quiere
poner en entredicho el sistema actual,
un sistema por repartición y
que garantiza la solidaridad entre las
generaciones.

Mientras explican eso, ya todo
está listo «para vaciar» las cajas de
jubilaciones en favor de los fondos
de pensión por capitalización. Incluso
Martine Aubry, primer secretario
del PS, se lanzó («imprudentemente
», en esta época de elecciones)
a pronunciarse a favor de un retroceso
de la edad legal de jubilación,
coincidiendo así con su «camarada
» español, J. L. Zapatero.

Con el voto de la ley HPST, iniciada
por R. Bachelot-Narquin, Ministro
UMP de Salud, se va a dinamitar
el hospital público: 3 a 4.000 supresiones
de empleos programadas
de aquí al 2012 solamente en la AP/
CV (Asistencia Pública/Hospitales de
París), cuyo consejo de administración
está presidido por B. Delanoë,
Alcalde PS de París. Al mismo tiempo,
las clínicas privadas prosperan.
El UMP y el PS se reparten los
papeles: el primero, en el Gobierno,
pone en marcha contra-reformas
en beneficio de los capitalistas;
el segundo intenta acompañar
socialmente, a la cabeza de los
establecimientos públicos y de la
mayoría de las regiones, departamentos
y municipios (colectividades
locales). Un acompañamiento
social que va a reducirse como piel
de zapa con la abolición del impuesto
profesional, un impuesto que
constituye hasta el 50% del presupuesto
de algunos municipios...

Para ilustrar la expresión popular, la
UMP pela las cebollas y el PS llora.
Por su parte, las direcciones sindicales
se preparan a las sempiternas
jornadas de acción, ahora por
las jubilaciones. Con todo, las huelgas
siguen: por dos veces en dos
semanas en Akers, Fraisse (en el
Loira) y en la sede de la cadena de
almacenes Pier Import, en Villepinte
(Seine-Saint-Denis), donde se ha
retenido a dirigentes y patrones ; una
vez más, huelgas defensivas, por
mejores condiciones de despido.

No obstante, mientras se acercan
las elecciones regionales, los aparatos
burocráticos, incluida la llamada
«extrema izquierda», hacen todo
lo posible por intentar limitar el debate
a la pugna electoral y neutralizar
el terreno tradicional de la lucha
de clases. En nombre de la crisis,
todos los que se empeñan, más o
menos, en mantener el orden capitalista
(que éste sea «social» o no lo
sea), parecen aliarse para impedir
que las tensiones acumuladas encuentren
una salida en la movilización
generalizada; una movilización
que, a su vez, podría abrir una perspectiva
política a la cruel ausencia
de dirección revolucionaria de la clase
obrera y la juventud.

Editorial El Internacionalista N° 95
Periódico del GSI, sección
francesa de la LIT-CI