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Lula, Dilma, Felipe González: golpes de estado o Roma no paga traidores?

Josep Lluis del Alcazar, 6 de junio de 2016




El actual procedimiento contra Dilma y Lula Da Silva en Brasil recuerda mucho la forma cómo la burguesía y el estado acabaron deshaciéndose de Felipe González y, a la vez, el debate que provocó en la izquierda.

Las esperanzas de millones de trabajadores/ as se habían depositado en el voto al PSOE en 1982. Miles lo festejaron y esperaban que, tras décadas de dictadura, llegara un gobierno de los y las trabajadoras. La realidad fue la contraria, el gobierno que acababa de prometer un referéndum para salir de la OTAN, lo hizo para permanecer, aplicó leyes de recentralización (LOAPA) contra las ansias de autogobierno de Euskalherria y Catalunya, entró en el Mercado Común con el desmantelamiento de gran parte del tejido industrial e instalando un paro crónico en la clase obrera, «redescubrió» -según dijo- la odiada Guardia Civil, promulgó la LODE y con ella, los privatizadores conciertos educativos, utilizó el terrorismo de estado contra la izquierda abertzale con los GAL que cometieron 27 asesinatos, fue clave en la entrada de multinacionales en América Latina… en suma, estabilizó el tambaleante estado de la Transición, lavó la cara a la odiada Monarquía impuesta por Franco, con una profunda desmovilización y el llamado «desencanto» de millones de trabajadores/as y jóvenes que siguieron votando PSOE con la falsa teoría del «mal menor» o de «que no gane la derecha»: se habían acabado las ilusiones de que se podía imponer un cambio progresivo como preconizaban PSOE y PCE.

Pero realizada toda esta tarea inmensa para la burguesía y el estado, cuando los trabajadores/as retiraron el apoyo al Gobierno del PSOE y la burguesía había recompuesto una alternativa propia, el PP, tras años de crisis en las que su pasado franquista la hacía inviable para ganar unas elecciones, la propia burguesía y el aparato del estado empezaron a destapar casos de corrupción del PSOE: Filesa, la utilización de fondos reservados o el robo del Director de la Guardia Civil, Luís Roldán y finalmente aparecieron, calcinados y guardados durante más de 10 años los cuerpos de Lasa y Zabala, dos militantes de ETA secuestrados en Francia, torturados y asesinados... y siguieron saliendo más escándalos de corrupción. Burguesía y Monarquía pagaron los servicios prestados con puertas giratorias a Felipe González, pero no dudaron en sacarle todos los trapos sucios para asegurar el acceso al gobierno del PP. Como hoy en Brasil, se escucharon advertencias de que era la derecha quien estaba filtrando las acusaciones: era cierto. Pero más allá de quien las filtrara y del motivo, la realidad era que esas acusaciones eran ciertas y el PSOE debía responder por ellas. Como hoy Dilma y Lula deben responder por sus implicaciones en numerosos casos de corrupción.

La política de cerrar filas con el gobierno de corruptos porque detrás está la derecha –y supuestos golpes de estado- no sólo es equivocada e incapaz de frenar la derecha, sino y que es la mejor manera de que no haya una alternativa a la izquierda y que todo el justo repudio contra el gobierno solo encuentre una canalización por la derecha. Lo erróneo del planteamiento es porque es precisamente la política de Dilma-Lula, como antes de González, quienes abrieron la puerta a la derecha.

Ni con la caída de Felipe González ni con la de Dilma, hubo ni hay un golpe de estado. Desgraciadamente esos gobiernos no caen a manos de la movilización de los obreros y sectores populares que los auparon y hoy están hartos, sino desde los aparatos corruptos de la derecha rancia. Pero no es por la vía golpista sino por la parlamentaria e institucional apoyándose en sus propias corrupciones y escándalos y en que han perdido gran parte de su base social. Lula lo tenía todo en sus manos para responder a las necesidades de los brasileños cuando asumió en 2003, tras haber reconstruido el movimiento obrero con el PT y la CUT -la mayor central obrera de América Latina-. De ahí a encabezar las fuerzas de la MINUSTAH de la ONU en la ocupación de Haití, a reprimir las masivas movilizaciones contra la miseria de su pueblo mientras lo entrega a las multinacionales – las españolas, con la Monarquía al frente, se lo reconoceiron otorgándole el premio Príncipe de Asturias-, o la abierta corrupción a partir de Petrobras… han dilapidado las ilusiones que levantaron. Tratar de darle apariencia de golpe, es ningunear las masivas huelgas y movilizaciones populares que enfrentan a Dilma, avalando objetivamente una política que es la que ha facilitado la vuelta de la derecha.

Josep Lluís del Alcázar

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