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Kurdistán

Con los EE.UU. en la zona, no hay autodeterminación para los kurdos

Muhittin Karkin, diciembre de 2007




Cuando el imperialismo estadounidense invadió Irak en 2003 la gran mayoría de la opinión pública, incluso de los sectores “progresistas”, suponía que la derrota de Saddam abriría la puerta a los kurdos en el camino a su independencia. De hecho, dos años más tarde, con la nueva Constitución iraquí elaborada bajo estrecha custodia de EE.UU., los 6 millones de kurdos del norte de Irak llegaron a tener un gobierno autónomo regional, con Massoud Barzani (líder del Partido Democrático de Kurdistán) como presidente, mientras Yelal Talabani, de Unión Patriótica de Kurdistán, asumía la presidencia de Irak. La colaboración de Barzani y Talabani con la ofensiva imperialista en Oriente Medio parecía prometer al pueblo kurdo su deseo perenne, el del derecho a la autodeterminación.

Pero nada más equivocado. Hoy día, la ofensiva turca contra la lucha de los kurdos del norte de Kurdistán y su principal partido (Partido de los Trabajadores de Kurdistán, PKK), ha descubierto la cruda realidad: lo que interesa al imperialismo no es otra cosa que manipular a los kurdos para sus intereses, y no las aspiraciones históricas que tienen. Geroge Bush prometió al gobierno turco ayudarle en su lucha contra el “terrorista” PKK y movilizó sus tropas hacía el norte, donde se encuentran los campamentos de la guerrilla kurda, pasando información avanzada a los cazabombarderos turcos. También Barzani y Talabani comprobaron una vez más que eran simples marionetas del imperialismo, pues dieron fácilmente la espalda a los 15 millones de kurdos de Turquía y colocaron sus peshmerges (milicias kurdas) en las vías de abastecimiento de PKK para aislarlo y poder capturar a sus principales líderes, demandados por el gobierno turco insistentemente.

Objetivo de PKK

Cuando Abdullah Öcalan (Apo), el histórico y mitificado líder de PKK fue capturado en Kenia en 1999, por la policía turca con ayuda del Mossad israelí, el PKK ya había cambiado su programa de una Kurdistán unificada, independiente y socialista por un proyecto más humilde que no iba más allá de reivindicaciones democráticas y culturales, que aún así significaban mucho en un país donde los kurdos tienen prohibido hasta hablar en su propio idioma. También había abandonado la expectativa de llegar a una guerra nacional de independencia contra el imperialismo y contra los países que compartían entre sí la patria kurda (principalmente Turquía, Irán, Irak y Siria). Durante la déca de 1990 declaró varias veces el alto el fuego unilateralmente, sin que el gobierno turco lo aceptara, y empleó la lucha armada simplemente como autodefensa y para forzar al gobierno en negociar.

Lo que propulsó este cambio estratégico no fue solamente que la dirección del PKK empezó a ver que no había manera de vencer militarmente al segundo ejército de la OTAN, sino que también quedó bajo el efecto del derrumbe del muro de Berlín en 1989, que le animó a desvestirse de su ideología estalinista y a asumir posiciones más nacionalistas burguesas. Öcalan desarrolló su nuevo proyecto llamado “federalismo democrático” que incluía derechos democráticos y culturales para la población kurda bajo un país único que sería Turquía. Para alcanzar este objetivo, el PKK dejaría las armas, e incluso se disolvería, con la condición de que el gobierno turco negociara con él, como máximo “líder de la nación kurda”.

Lo que ignoraba Öcalan fue que ningún gobierno turco aceptaría ningún proyecto kurdo como negociable mientras el régimen del estado siga basándose en la ideología kemalista de “una única patria indivisible, donde los que viven son turcos”, constatada en la Constitución y protegida por los militares. El régimen turco ya había creado sectores políticos y militares que se beneficiaban de la guerra permanente contra los kurdos, y para salvaguardar sus intereses no dejaban de presionar y apoyar a los gobiernos chovinistas en la “lucha antiterrorista”. En cambio, el PKK, en vez de unir a las masas turcas y kurdas en una única lucha contra el régimen bonapartista, buscaba el remedio en la Unión Europea, que, supuestamente, presionaría a Turquía para que ésta otorgara derechos a los kurdos, y abriría el camino a la auto-democratización del régimen.

Y por último, a partir de 2003 la presencia del imperialismo estadounidense en Irak y su plan de dividir el país dejando un espacio de autonomía a los kurdos en el norte, provocó nuevos sueños en las filas de PKK. Precisamente por eso, el PKK nunca criticó la colaboración de Talabani y Barzani con el imperialismo y jamás llamó a las masas iraquíes contra la ocupación. En cambio organizó al PJAK (Partido de la Vida Libre de Kurdistán, miembro de la Confederación Democrática de Kurdistán liderada por el PKK) en Irán contra el régimen de Teherán, algo que agradaba al imperialismo estadounidense. Y también retomó actividades armadas en las provincias kurdas de Turquía, esperando que las incursiones de las tropas turcas hacia los campamentos de las milicias en las montañas de Kandil en Irak provocarían el recelo de Washington, pondrían a Barzani y Talabani a su lado y ampliarían sus bases en el Kurdistán iraquí. Öcalan quería, de ese modo, “internacionalizar” la lucha de PKK para doblegar al régimen turco.

Amenaza turca

Turquía, como cualquier otro país de Oriente Medio, tuvo relaciones complejas con los partidos kurdos en la región, reprimiendo a las masas kurdas dentro de sus fronteras, y apoyando a los grupos kurdos que luchaban contra los gobiernos con los que tenía conflictos. En la década de 1990 respaldó al KDP en Irak a cambio de que éste le ayudara en el abatimiento del PKK, cosa que hizo hasta tal punto que el PKK estuvo al borde de la exterminación y el gobierno condecoró a Barzani con pasaporte turco. En cambio, contra Siria desplegó la amenaza de guerra en 1998 si Damasco no cerraba las sedes y campamentos del PKK, y no entregaba a Öcalan a la policía turca. El ultimátum era tan serio que el gobierno sirio se vio obligado a ceder y exiliar a Öcalan, que buscó vanamente refugio en Rusia, Italia y Grecia antes de ser capturado en Kenia.

La formación de una región autónoma kurda en el norte de Irak nunca le gustó al régimen turco, por el miedo de que este hecho animara a “sus kurdos” a revindicar lo mismo en Turquía, y por eso se opuso desde el principio a la partición de Irak, presionando a la dirección kurda iraquí para que no se atreviera a ir más allá de un débil estatuto autonómico. También consiguió de los EE.UU. tener un espacio de influencia económica en el norte de Irak y llegó a suministrar gran parte de los servicios y productos consumidos en la zona kurda. Barzani y Talabani no vieron ningún inconveniente ni en convertir el Kurdistán en una colonia de EE.UU., ni en hacerlo dependiente de Turquía.

Cuando el parlamento turco concedió en octubre al gobierno islamista permiso para organizar incursiones militares fuera de sus fronteras nacionales con el fin de perseguir a las milicias del PKK, la primera reacción de Barzani y Talabani fue que no iban a permitir a nadie que amenazara la soberanía iraquí y kurda, y que no iban a entregar “ni siquiera un gato kurdo” al gobierno turco. Por otra parte, los EE.UU. se oponían a las expediciones militares de Turquía en el norte de Irak con la sospecha de que provocarían “inestabilidad” en la zona. Sin embargo, el encuentro del 5 de noviembre entre el primer ministro turco, Tayyip Erdogan, y George Bush en Washington cambió de golpe todo el guión. Bush prometió “todo el apoyo al gobierno turco en su lucha contra la organización terrorista” y ordenó a sus comandantes en Irak que facilitasen a Turquía la información y logística necesarias en el combate contra las milicias del PKK, tal vez a cambio de que Turquía apoyara a Bush en su política contra Iran.

Por su parte Nachirvan Barzani, el primer ministro del gobierno regional kurdo y hermano de Massoud Barzani, hizo una declaración oficial según la cual su gobierno estaría dispuesto a colaborar con el gobierno turco “en la mejora de la seguridad fronteriza”. Y a partir de estas declaraciones, los peshmerges kurdos empezaron a movilizarse para cercar las montañas de Kandil donde se refugian las milicias del PKK, asumiendo el sucio papel que el gobierno turco les pedía.

Y por último, sin que nadie se lo pidiera, el consejo de la Unión Europea se sumó a la alianza “antiterrorista”, dando respaldo al gobierno turco en su política contra el PKK, y declaró que “nadie puede objetar una incursión limitada de Turquía en el otro lado de sus fronteras, mientras esto no produzca la desestabilización de la zona”. También cuestionó “la sinceridad democrática” del Partido de la Sociedad Democrática, el partido pro-kurdo que tiene 22 diputados en el parlamento turco.

¿Hacia una guerra civil?

La estrategia del PKK de internacionalizar su lucha contra el gobierno turco no funcionó, ni pudo lograr el apoyo de Barzani y Talabani, que son meramente los lacayos del imperialismo. De hecho, estos dos jefes frívolos habían luchado entre sí durante 6 años, en la década de 1990, para poder dominar la zona; Talabani con Saddam contra el PDK, y Barzani con los mulás de Irán contra UPK. Ahora los dos, unidos bajo la custodia imperialista, se animan a ponerse al servicio del régimen turco con la directiva de Washington. Un proceso que puede dividir a las masas kurdas y provocar choques catastróficos entre el PKK y los peshmerges.

Tanto las políticas pro-imperialistas de Barzani y Talabani, como la estrategia oportunista del PKK, en vez de unir al pueblo kurdo en su lucha por el derecho de autodeterminación, lo dividen y debilitan ante los regímenes opresores y chovinistas de la zona. Mientras siga dominando el imperialismo en Oriente Medio, el pueblo kurdo nunca llegará a ver la realización de su sueño de tener una patria propia e independiente. Es esta una tarea que no se puede cumplir sin que el pueblo kurdo unifique su lucha con la de otros pueblos de la zona contra la dominación imperialista y los regímenes opresores de la región.

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