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Movilizaciones en Turquía

La revolución rompe la cáscara

Muhittin Karkin, 19 de junio de 2013




Atestiguamos desde hace ya dos semanas la violenta represión policial turca contra las decenas de miles manifestantes en las calles y plazas. Las fotos y videos grabados por gente valiente y periodistas honestos nos muestran claramente qué medias bárbaras puede utilizar un gobierno autoritario contra los manifestantes que reivindican sus derechos democráticos básicos, antes de proponerse usar armas de fuego. Las luchas siguen, no solamente alrededor de la Plaza Taksim sino también en los suburbios de Estambul, en Ankara, en Izmir y varias ciudades más. Las masas insisten en defender sus sencillas demandas democráticas, que podría haber concedido cualquier gobierno democrático-burgués, sin llegar a una violencia semejante, y parecen haber alcanzado a un punto sin retorno en su lucha. Y el gobierno turco, que insiste en su actitud autoritaria y represiva, ¿va a cruzar la línea del fuego para emplear armas más letales? Ya enfoca sus ataques hacia algunas organizaciones como cabezas de turco, ¿va a convertirlo en una campaña de criminalización contra los sectores escogidos selectivamente calificándolos como “organizaciones terroristas”? Los hechos señalan en esa dirección. ¿Va a poder dividir a las masas con este método para disolver las movilizaciones y encerrar una vez más a la gente en sus casas? Todo dependerá de la voluntad de las masas.

Pero ya ha empezado un proceso sin retorno. No sólo porque el pueblo ya cruzó la línea del miedo a la represión, sino más bien porque los cientos de miles que se concentraban valientemente en Gezi Parki (Parque de Paseo en Taksim), que participaban en las manifestaciones y marchas en más de 70 ciudades del país, quieren tomar posesión de sus derechos democráticos de manifestarse sin estar criminalizados y castigados, de organizar partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones que no están en la línea oficialista, de participar en la toma de decisiones sociales y políticas que les afectan en la vida diaria; y de hecho, con su actividad y movilizaciones, empiezan ya a practicar estos derechos. Para una Turquía que fue convencida de que todas las “aperturas democráticas” debían llegar desde “arriba”, esto no es una situación habitual. Hoy estamos asistiendo, con su dirección cambiada, a un nuevo ascenso de la revolución democrática que había empezado hace un siglo, con mucho retraso y sin posibilidades de llegar a su final. La cáscara sobre la revolución democrática se esta rompiendo por las fuerzas que actúan desde su interior. Este es el proceso sin retorno, una ruptura que no tiene enmienda.

Como en cualquier movilización importante de las masas, aquí también la juventud está al frente. Cientos miles de jóvenes estudiantes, trabajadores, desempleados, profesionales, tomaron posición en la vanguardia. La composición de clase de las movilizaciones, otra vez como en cualquier levantamiento popular, tiene un componente plural, multisectorial. Aunque parece un movimiento de las clases medias, por haber empezado en las zonas centrales de las grandes ciudades, es un hecho innegable la participación masiva de las clases trabajadoras, sobre todo en los barrios obreros de Estambul y otras metrópolis. Sin embargo, la intervención de la clase obrera es más bien difusa, no organizada. A pesar de que sindicatos como DISK (Confederación de los Trabajadores Revolucionarios) y KESK (Confederación de los Trabajadores Públicos) apoyan las movilizaciones, su peso en la clase es limitado, y están lejos de ser los portavoces de los trabajadores. Tampoco hay partidos o grupos políticos con capacidad suficiente para poder proclamarse representantes políticos de las masas obreras. La espontaneidad de las movilizaciones supera con creces las intervenciones organizadas, y las batallas callejeras y barriales continúan con muy poca o casi sin coordinación.

No tener una alternativa política organizada imposibilita de momento la realización del lema “¡Gobierno dimisión!” que se ha convertido en el slogan más urgente en la conciencia de las masas. Y esto amplía las posibilidades de maniobra de la burguesía. Existe el riesgo de que la burguesía liberal se adueñe de las quejas populares con políticas de reacción democrática para orientar a su favor las movilizaciones y extinguirlas dentro de las instituciones parlamentarias. El carácter espontáneo de las movilizaciones y la brutal y sistemática represión que emplea el gobierno, impiden hoy por hoy a las masas la construcción de órganos de contrapoder para organizar su acción y darle una dimensión y dirección política contra el gobierno. Podemos decir que en este momento el estado en el país oscila entre una situación no revolucionaria y una situación prerrevolucionaria.

A pesar de todo, el aire que respiran las masas en las últimas dos semanas hace circular nueva sangre en todos los organismos de la revolución política. Nacen fuerzas nuevas y vivas. A partir de este preludio, serán mucho más favorables las condiciones y posibilidades para la clase trabajadora de asumir la conciencia de su obligación de liderar al pueblo para proporcionarle un programa revolucionario. Los marxistas revolucionarios forman la parte más necesaria y vital de esta batalla.

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