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¿Tiene solución el hambre en el mundo en una economía capitalista?

Anna Morelló, 16 de junio de 2008




En los últimos meses ha
saltado a las primeras páginas
de toda la prensa la “crisis
alimenticia” que está provocando
el incremento de los
precios de los alimentos y que
lleva a una situación límite, e
incluso a la muerte, a una
parte importante de la población
mundial. Como solución,
la FAO pretende remover
nuestras conciencias argumentando
la necesidad de incrementar
las donaciones y los
recursos que destinan los
países desarrollados para
poder comprar alimentos a las
grandes empresas a precio de
mercado. Es decir, no estamos
hablando de cómo la clase
obrera mundial ayudamos a los
que están en una situación
desesperada, sino de cómo
una parte importante de esta
ayuda va a incrementar los
beneficios de las grandes
empresas agroalimentarias,
que son las responsables
reales de la crisis.

La crisis alimenticia no es consecuencia
de una falta de alimentos.

En este momento hay suficiente
producción para poder garantizar la
seguridad alimenticia de toda la población
mundial, no obstante hay
unos 850 millones de personas que
sufren hambre y que dependen directamente
de las ayudas de diferentes
organismos internacionales,
y este número aumenta a medida
que se incrementa el precio de los
alimentos. Para poder entender lo
que pasa tenemos que tener muy
claro que ésta es una crisis estructural
como consecuencia de las
políticas económicas y de desarrollo
agroalimentario en un modelo
económico capitalista en el qué los
alimentos no son un bien básico ni
la soberanía alimenticia una prioridad.
Los alimentos se han convertido
en un producto sometido a las leyes del mercado y sólo al alcance
de quien los pueda pagar y todo
eso controlado por un número reducido
de grandes multinacionales.

Las causas principales de que una
parte importante de la población
mundial se encuentre en una situación
de hambre crónica, o con graves
problemas para acceder a una
alimentación adecuada, son dos:

- Las derivadas de los conflictos
bélicos que ocasionan un número
importante de refugiados y la pérdida
de tierras destinadas a la agricultura.
Todos ellos motivados, de
una manera u otra, por los intereses
políticos y económicos de las
grandes potencias imperialistas.

- La política de desarrollo
agroalimentario que ha llevado a la
pérdida de la soberanía alimenticia
a nivel mundial. En este momento
no hay ningún país que tenga una
producción propia y diversificada
que pueda asegurar su supervivencia.
Es este entramado de una
agricultura globalizada y dominada
por un número reducido de empresas
multinacionales, lo que nos permite
explicar el incremento indiscriminado
de los precios de productos
básicos como los cereales.

Este gráfico nos muestra la variación
de precios en los últimos
años. Si lo observamos, el fuerte incremento
de los precios se produce
en un momento en que hay una
importante crisis en el sector inmobiliario.

Este sector ha permitido
mantener un cierto nivel de ocupación
y mantener los niveles del PIB.
El final de la “burbuja especulativa”
en el sector, en los EE.UU y en otros
países de la UE, se ha vendido
como “la” crisis financiera mundial.
Ahora bien, el gran capital financiero
no ha desaparecido, sencillamente
ha buscado otro mercado en
donde poder invertir y seguir obteniendo
el máximo de beneficios. El
mercado de los cereales es, en este
momento, un buen mercado de futuros
ya que se prevé una fuerte
demanda de cereales y aceites para
la producción de biocombustibles.
(ver LI87, “Biocombustibles: no son
una energía alternativa”).

Marco mundial que permite
el incremento del precio de
los cereales
Los expertos intentan justificar
este fuerte incremento mediante la
ley de la oferta y la demanda. Es
cierto que en los últimos años en
algunas zonas ha habido una disminución
de la producción (zonas
como Australia o alguna zona de los EEUU) y que, por otra parte, se ha
producido un incremento de la demanda
como consecuencia de
cambios en los hábitos alimenticios
o, como ya hemos dicho, en los
proyectos de transformación en
biocombustibles. Pero estos cambios
no justifican este fuerte incremento
en tan poco tiempo y justo
ahora. Lo que no aparece en estos
estudios es que el mercado de producción
de cereales y de alimentos
está en manos de unas pocas empresas
multinacionales y que, por
lo tanto, son ellas las que imponen
los precios en el mercado. Llegar a
esta situación de dominio total ha
sido un largo camino en el desarrollo
agrícola que se ha impuesto a
partir de las políticas que han llevado
a cabo los organismos internacionales
como el Banco Mundial, el
FMI, la FAO, la OMC:

1. Ayudas a cambio de monocultivos.
En amplías zonas de África,
el Banco Mundial y el FMI dieron
préstamos y ayudas al desarrollo
para dedicarse al cultivo del café,
del cacao o el algodón destinados
a la exportación. De esta manera
los pequeños agricultores se vieron
obligado a destinar sus campos a
ese tipo de cultivo con el fin de poder
recibir alguna ayuda a la vez que
tienen que comprar todo su alimento
en el mercado.

El café y el cacao son dos de los
productos que cotizan en el mercado
de futuros, eso quiere decir
que su precio se fija anualmente en
función de la previsión de la producción
mundial. Por lo tanto, en un
año en que se prevé mucha producción
baja el precio en origen.
Los precios en origen tanto del café
como del cacao no se han incremento
de manera importante en los
últimos años, no así en destino, es
decir: son las grandes empresas
intermediarias las que han
incrementado sus beneficios.
Nos encontramos con países que
no han incrementado de manera
importante sus ingresos por las exportaciones
y que se ven obligados
a importar los alimentos básicos
para su población. Un incremento
del precio de los alimentos en el
mercado mundial les lleva a una situación
todavía de más pobreza.

2. Ayudas a la investigación
para el desarrollo de semillas
híbridas de alto rendimiento y los
transgénicos.
Otro factor importante
en la pérdida de la soberanía alimentaría
es el cambio del cultivo
de semillas autóctonas por nuevas
semillas híbridas de alto rendimiento.
“La revolución verde” ha sido posible
por las nuevas semillas y a la
utilización de gran cantidad de energía
en forma de abonos. El problema
es que estas semillas son
híbridas y generan una dependencia
total con la empresa que las
produce. Las grandes inversiones
en la investigación para la mejora
de las semillas se ha producido por
parte de las empresas privadas (entre
otros podemos nombrar algunas
de los más importantes como
Monsanto o Novartis). Esta investigación
se ha hecho sólo para la obtención
de semillas híbridas.

Las ayudas oficiales al desarrollo
también han hecho que fueran
estos tipos de semillas las
que se impusieran y que en ningún
momento se potenciara la
investigación en la mejora de
semillas autóctonas.
Además, se da la preocupante
situación de que los bancos
de semillas están en manos
de estas grandes multinacionales
privadas, y no en algún
organismo público, por lo
que es muy difícil poder recuperarlas
de nuevo.

3. La gran concentración de
tierras por parte de grandes
terratenientes o multinacionales.

Son los llamados
agrobussines. Éstos controlan
cada vez mayores extensiones
de tierra y de producción de
cereales. Son importantes en América
Latina. La mayor parte de esta
producción va destinada a la exportación.
Los campesinos se ven expulsado
de las tierras buenas de cultivo
y tienen que sobrevivir de las pequeñas
explotaciones y sometidos
a la presión constando de los grandes
terratenientes.

A estos factores tenemos que
añadir las consecuencias del cambio
climático, de la sobreexplotación
de muchas tierras que ha llevado a
la desertización…

La solución al problema

La solución definitiva al problema
del hambre en el mundo no es posible
en un modelo económico capitalista
ya que él es su causa.

No estamos ante una situación
de emergencia como consecuencia
de un desastre natural que requiere
ayuda humanitaria. La población
pobre que sufre hambre es
“la víctima” de las políticas del imperialismo.
Los organismos internacionales
como la FAO y muchas
ONG piden aportaciones a los gobiernos
de los países desarrollados
para poder llevar a cabo estas “ayudas
al desarrollo” que no cuestionan
en ningún momento el modelo
económico que la provoca.

Es decir, de nuevo somos todos
los trabajadores los que pagaremos
la factura de la “crisis alimentaría”
a las grandes empresas
agroalimentarias multinacionales, y
al precio que ellas marcan. Sólo
una pequeña parte de este dinero
llegará realmente a los que lo necesitan.
La solución a esta crisis pasa
por recuperar la soberanía alimenticia
con la expropiación de las
grandes extensiones de tierra, de
las grandes empresas del sector
agroalimentario, el fin de los monocultivos,
la investigación en la
mejora de las semillas
autóctonas....

Es decir, sólo es
posible con la revolución. Pero
mientras no llegamos a la revolución
es necesario exigir medidas
transitorias a los organismos oficiales
de manera que intervengan
en el control del precio de los alimentos
básicos como son los
cereales y asegurar que éstos se
ponen a disposición de toda la
población mundial.

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