La guerra de másteres y tesis, las propuestas de reforma exprés de la Constitución para los políticos aforados, la votación de la moción de C’s por PP y PSOE sobre el mismo tema y luego de vuelta a la greña ... son incomprensibles si no se ve que tienen por razón última el choque entre la movilización, particularmente del pueblo catalán -pero también la reactivación de la lucha del pueblo vasco- de un lado y de otro el aparato del estado -el conglomerado de poder judicial, militares y demás fuerzas de represión, buena parte del aparato burocrático y político, todo ello coronado por la Monarquía-. El pueblo catalán exige ruptura y república, el estado quiere una derrota ejemplar del movimiento independentista, porque cuestiona directamente el régimen del 78, la Monarquía.

La tensión entre estas dos fuerzas (con previsibles choques no lejanos), es la que explica la caída de Rajoy, el escoramiento de la derecha (PP y C ‘s) hacia la extrema derecha, la debilidad del Gobierno Torra por la dificultad del regreso al autonomismo, o el fracaso del acuerdo entre PdCAT y PSOE en el Congreso de Diputados. La tensión no deja espacio para arreglos. Menos aun cuando el marco general es el de la UE que estrangula los márgenes presupuestarios y dificulta sacar alguna miga que repartir sin chocar con la gran patronal. Es en este contexto que se mueven los equilibrios de Sánchez con un Gobierno extraordinariamente débil, que se aguanta porque las otras fuerzas políticas (excepción de PP y C‘s) tienen pánico al resultado incierto de unas elecciones anticipadas o un agravamiento de la crisis del régimen. Pero cualquier señal de distensión del Gobierno con Catalunya es duramente cuestionada desde la derecha, el aparato del estado y sectores del propio Partido, provocando la marcha atrás, como el 12 de septiembre votando la moción de Ciudadanos y el PP por la unidad de España, mientras negociaba el acuerdo con el PdCAT en el Congreso. En materia de inmigración, de la foto inicial de la acogida del Aquarius ha vuelto a la realidad de la represión, con medidas -como la expulsión a finales de agosto de los 116 inmigrantes-, que ningún gobierno anterior se había atrevido a hacer. Han caído dos ministros, tuvo que rectificar con la defensa de Llarena en Bruselas que acabará costando más de medio millón de euros, después con la venta de armamento a Arabia Saudí y los compromisos de la Monarquía española. Nada de esto se esconde con la decisión de retirar el cadáver del dictador del Valle de los Caídos.

Pero este otoño al Gobierno Sánchez le esperan otros dos enormes escollos que amenazan su continuidad y hacen pensar en unas elecciones anticipadas: el proceso catalán con los juicios previstos de los presos y la necesidad de aprobar los presupuestos para el 2019. Ambos mientras está prevista que continúe la defensa del pueblo de Altsasu, así como movimientos republicanos que anuncian referéndums en el resto del estado. Inicialmente desde el poder judicial se quería un juicio exprés que acabara antes de final de año contra los dirigentes independentistas, ahora sin embargo, se habla de una ralentización para dejar pasar las municipales. En todo caso no se puede alargar demasiado tras la acumulación de resoluciones judiciales en países europeos que debilitan la contundencia de las penas que quería el estado. Torra ya ha advertido que está dispuesto a negociar un aterrizaje autonómico dejando para un futuro incierto la cuestión de la autodeterminación y la república, pero que no puede aceptar ni acatar ninguna sentencia condenatoria. ¿Qué hará Torra para no acatar la sentencia? ¿Nuevas elecciones? ¿Y la gente? Es cuestión de meses que un nuevo octubre esté sobre mesa. Por otro lado, los presupuestos para el 19 necesi- tan de nuevo del voto de Podemos y de las formaciones nacionalistas vascas y catalanas. El fracaso de la última reunión del Pacto de Toledo evidencia las dificultades de la cuadratura del círculo.

También es cierto que, cada día que pasa el PSOE de Sánchez gana los espacios que los demás abandonan: por un lado, de la derecha cada vez más cercana al falangismo, y del otro de la impotencia de Podemos para ofrecer una alternativa de izquierdas que no puede ser otra que de ruptura con la Monarquía.

No es sólo que el Gobierno Sánchez vive en la permanente inestabilidad, la descomposición es tan profunda que hay que tapar las vergüenzas al monarca emérito, su inmunidad es sinónimo de impunidad. Estamos ante la crisis más profunda que ha vivido el régimen salido del franquismo, y es hora de superar la traición histórica que nos impusieron el PCE, el Madrid. PSOE y las direcciones sindicales de CCOO y UGT, impidiendo la ruptura que impulsaba el potente movimiento de masas. Hoy, estas direcciones (con los recién llegados de Podemos) vuelven a intentar salvar el régimen monárquico separando la clase obrera de la lucha por una ruptura democrática y republicana.

Es en esta lucha que se debe construir una alternativa de ruptura, desde la izquierda trabajadora. Una alternativa que rechace el régimen monárquico, que defienda el derecho de los pueblos a su autodeterminación, que levante un programa de urgencia para la clase obrera, contra el paro, por el derecho a salarios y pensiones dignas, a la vivienda, a una escuela y sanidad pública, plenos derechos para los y las inmigrantes, un programa que avance una propuesta de gobierno de los y de las trabajadoras. ¿Cómo avanzar? Hoy es la CUP-CC quien puede estar en mejores condiciones de hacer una llamada a una plataforma sobre este eje de la doble ruptura, con la Monarquía y el capitalismo. Puede tener una expresión en las elecciones europeas como fue Iniciativa Internacionalista, pero lo determinante es la construcción de un movimiento de base que luche coordinada y solidariamente.

17/09//2018