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Pablo Iglesias deja la política. Murió en Madrid

Josep Lluis del Alcazar, 21 de mayo de 2021




Cuando Pablo Iglesias abandonó la vicepresidencia del Gobierno, que tanto había hecho para conseguir, para presentarse a unas elecciones de Madrid, se abrieron muchos interrogantes. ¿Un salto sin red, decidido a jugarse un todo o nada? Pero después de las elecciones y su abandono de todos los cargos, parece más bien que se trataba de preparar una retirada ya decidida. En la vertical estructura de funcionamiento de Podemos, el adiós de Pablo Iglesias es la liquidación del proyecto político inicial. Puede que no se disuelva, pero será otra cosa, muy probablemente una nueva reformulación de IU y la enésima del PCE en la sombra.

En el salto a la lucha de Madrid abandonando el Gobierno, era difícil entender que antes no hubiera atado un acuerdo con Mas Madrid y PSOE por una hipotética confluencia y en su papel liderándola. El rechazo del resto de hipotéticos socios de izquierda era previsible con hechos consumados. ¿Por qué tenían que aceptar su liderazgo cuando las encuestas daban a Unidas Podemos poco más que el umbral del 5% necesario para tener representación? Sin esta confluencia, los resultados eran previsibles, aunque sin tanta ventaja de Ayuso y rechazo al gobierno PSOE-UP.

La irrupción de Podemos fue meteórica el primer año: nació en enero de 2014, y en 20 días consiguió más de 100.000 afiliados/as. En mayo de 2014, obtenía 5 escaños en las europeas (7,98%), en octubre llegaban a 200.000 inscritos. A finales de 2014 las encuestas le daban el primer lugar en intención de voto. Este desarrollo obedecía a la enorme necesidad de cientos de miles de trabajadores/as y jóvenes de construir una alternativa, alejada de la vieja política y el "no nos representan" que había llenado las plazas el 15M. Un entusiasmo imprescindible para transformar la política y la realidad... En las elecciones de 2015 obtuvo un buen resultado, pero lejos de ganar, y poco a poco, el entusiasmo se esfumó, la burbuja se fue pinchando y todo comenzó a caer. La respuesta del aparato fue una y otra vez más renuncias políticas y más Iglesias. Siete años después, la fuga de Pablo Iglesias cierra el ciclo: fin.

Renuncia tras renuncia necesitaba de una estructura que se escapara al control de las bases, sólo llamadas a refrendar de vez en cuando las políticas de la dirección. Y siempre era: la propuesta de Iglesias ... o el caos. Una verticalidad absoluta que fue provocando la eliminación de cualquiera que le pudiera hacer sombra, por la derecha con Errejón, o por la izquierda con Anticapitalistas. Hasta que nuevas derrotas llevaron al suicidio del líder supremo. ¡Cuánta traición a millones que confiaron en que era posible acabar con la casta que nos saca la sangre todos los días!

La última etapa ha estado marcada por la aproximación a una Izquierda Unida en quiebra, una coalición cada vez más estrecha, mientras se preparaba a los acuerdos con el PSOE. El PCE escalaba posiciones en el entramado, con dos Ministros (Yolanda Díaz y Alberto Garzón) mientras Enrique Santiago, secretario general del PCE, ha sido nombrado Director General de la Agenda 2030. Buena parte del discurso de Iglesias para anunciar que deja la política ha sido para bendecir a Yolanda Díaz como referente político y futura "presidenta del Gobierno". El mismo fenómeno vemos en otros territorios, como Andalucía o Catalunya. A medida que las capas de Podemos van cayendo, quien aguanta es el viejo aparato del PCE -PSUC en Catalunya- o de CCOO. El nuevo Podemos aparece como una cobertura cada vez menos disimulada de una nueva refundación del viejo aparato del PCE-IU.

¿Se acabó la necesidad de romper con el sistema político y económico contra el que se rebelaron aquellas decenas de miles de jóvenes -y no tan jóvenes- que ocupaban las plazas hace 10 años con el "no nos representan"? Si hace 10 años, al inicio de la crisis estructural del capitalismo, era necesario este movimiento de ruptura ahora, que lejos de superar aquella crisis, se agrava drásticamente, la respuesta es que todavía es más necesario. Podemos canalizó hacia la política una parte de aquel movimiento y la ha llevado al callejón sin salida de la reforma imposible del capital y el régimen. Canalizando este movimiento y desviándolo al terreno electoralista, ha sido responsable de una fuerte desmovilización en momentos claves.

El mismo efecto desmovilizador lo vimos con Syriza en Grecia. Sin traición política, con la imposición de un memorando contra el voto mayoritario del pueblo griego, no era posible doblegar el espíritu de lucha heroica de la clase obrera y la juventud griega. Pablo Iglesias siempre avaló la política de Tsipras. Una diferencia, la lucha del pueblo trabajador terminó con el PASOK histórico griego y Syriza se convirtió en el recambio imprescindible. Esta situación no llegó a producirse en España, de manera que el hundimiento del PSOE ha sido mediatizado.

La política cada vez más moderada no ha salvado a Iglesias de la rabia de la derecha. Más servicios había prestado Felipe González, al que citaba hace poco el propio Abascal, y el aparato del estado le guardó los cuerpos en cal de Lasa y Zabala durante siete años para sacarlos en el momento en que quiso deshacerse de los servicios de González. Roma no paga traidores. De modo que todos los esfuerzos para presentarse como hombre serio y de orden de Iglesias no le han servido para ahorrarle el odio de la burguesía y del aparato franquista del régimen, no por él sino por lo que representaba para millones de voluntad de acabar con el viejo orden, por eso la campaña de linchamiento mediático, las amenazas y las balas, que condenamos.

Una conclusión: la crisis del capitalismo actual no deja espacio para la política reformista, porque el capital no deja ni las migas. O te enfrentas abiertamente con el capital y el régimen o acabarás gestionándolos contra la clase obrera y los pueblos, no hay punto intermedio. La polarización social que impone la profunda crisis capitalista y que explica la recomposición en todas partes de la extrema derecha, prepara choques cercanos entre las clases. Es más urgente construir una alternativa de ruptura, una izquierda revolucionaria de los y las trabajadoras y de los pueblos, contra el capitalismo y la Monarquía.

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