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Afganistán:

¿Empieza la retirada?

Muhittin Karkin, 3 de noviembre de 2009




El ataque talibán del 28 de
octubre contra el hotel Bekhtar,
en el corazón de Kabul, donde
murieron cinco empleados de
Naciones Unidas, junto con tres
afganos y tres de los atacantes,
ha sido un punto de inflexión
para Kai Ede, el enviado de la
organización en Afganistán. Una
semana más tarde Ede anunció
la evacuación de 600 de sus
empleados, destinados a Dubai
y otros países asiáticos. Por el
momento califican la retirada de
«temporal», aunque nadie sabe
cuándo y en qué condiciones
van a volver estos empleados,
que son casi la mitad de la
plantilla (1.300 funcionarios
internacionales) que la ONU
mantenía en el país.

Aunque el comandante de la OTAN
en Afganistán, el general alemán
Egons Ramms, criticó la decisión
porque impediría a la ONU «realizar
su cometido», no hay ningún militar
que pueda garantizar la seguridad del
personal civil de la ocupación. Pues
ni el ataque fue accidental, ni nadie
puede sostener que las fuerzas de la
ocupación pueden superar en un futuro
próximo la iniciativa de los
talibanes, que ya están en el centro
de la ultra protegida capital.

Ya en el abril de 2007,
en Lucha Internacionalista
decíamos: «la situación
ha cambiado
drásticamente desde finales
de 2005 y, sobre
todo, a lo largo de 2006.
En los primeros 9 meses
del 2006 las muertes debidas
a la actividad de la
resistencia en las provincias
del sur y sureste
(frontera pakistaní) se
han cuadriplicado, superando
ya las 3.700… Las
zonas de ‘alto riesgo’,
que hasta el año pasado
eran para las fuerzas ocupantes unas manchitas aisladas
en el mapa de Afganistán, ahora
ocupan más de la tercera parte
del país con abundantes marcas
nuevas de ‘riesgo extremo’ «. Pero
ahora, según un mapa filtrado en
agosto, el gobierno afgano reconoce
que la resistencia puede golpear
con libertad en casi la mitad
del país (El País, 5/11/09). Por otra
parte, el Consejo Internacional de
Seguridad y Desarrollo (ICOS), un
think-tank europeo, informa que el
control permanente político y militar
de los talibanes en el país se
extendió del 54% al 72% en el último
año.

Para que la retirada del personal
de la ONU no se convierta en el
principio de la derrota de la ocupación
en Afganistán, el imperialismo
intenta dar respuestas ante la creciente
resistencia popular. La primera
de ellas es aumentar las tropas
invasoras. En las tierras
afganas están desplegados 68.000
militares estadounidenses, y el comandante
de la ISAF (Fuerza Internacional
de Asistencia para la
Seguridad en Afganistán), Stanley
McChyristal, junto con el jefe del
estado mayor de los ejércitos de
los EE.UU., Michael Mullen, piden
a Barak Obama entre 10 y 45 mil
militares más (Washington Post, 21/
09/09). Estos, junto con 35.000 soldados de otros países que contribuyen
a la ocupación, formarán
un cuerpo de 148 mil militares que
pueden dar la posibilidad de seguir
con la «guerra contra el terrorismo»
que comenzó con George Bush.
Pero los expertos y los servicios de
inteligencia le advierten a Obama:
La ex Unión Soviética tenía 115 mil
soldados desplegados en Afganistán
cuando declaró su derrota ante la
resistencia. Es decir, aumentando
las tropas el imperialismo simplemente
intenta fortalecer su defensa,
que no es lo mismo que tomar
la iniciativa y ganar la guerra.

Por eso, el nuevo plan del imperialismo
estadounidense es convertir
la «guerra contra el terrorismo»
en una «guerra de
contrainsurgencia», que es una «novedad
» del gobierno de Obama. En
su informe, el general McChyristal
nos explica esta nueva estrategia:
«ISAF necesita una nueva estrategia…
(que) también tiene que ser alimentada
y ejecutada por medio de
una campaña de contrainsurgencia
cívico militar integrada… Esto es una
lucha diferente. Debemos llevar a
cabo operaciones clásicas de
contrainsurgencia en un ambiente
que es complejo… El triunfo necesita
una campaña comprehensiva de
contrainsurgencia.» Esta evaluación
indica que la guerra no solamente
va a aumentar en Afganistán, sino
que también va a extenderse dentro
de Pakistán e incluso hacia Irán.

Esta estrategia tiene varios componentes.
Uno de los pasos sería
romper las filas de los talibanes y
comprar a las retahílas del imperialismo
las «guerrillas accidentales»
según la terminología del Pentágono.

No obstante, de momento el
talibán afgano rechazó la oferta de
Obama de reconciliación tachándola
de «lunática» y reiterando desde
una posición de fuerza que la
retirada de las tropas extranjeras
sería el único camino para acabar
la guerra en Afganistán (Reuters,
01/04/09). El Talibán no ve ningún
provecho en juntarse a un régimen
corrupto, disfuncional y agonizante
en Kabul, y menos cuando controla
tres cuartas parte del país. Otro
elemento al que el imperialismo
apuesta es poder movilizar sectores
de la población contra la resistencia.
Últimamente para el imperialismo
los Baluchís se perfilan
como la etnia candidata a la reserva
contra la «insurgencia» talibán,
que tiene sus principales bases en
los pueblos de origen pastún.

Parece que Obama hereda la
política de «dividir para controlar» de
Bush, aplicada en los Balcanes
para deshacer la antigua Yugoslavia.
Pero esta política no se limita a
Afganistán, pues los Beluchís también
viven en el sudoeste de Pakistán
y sudeste de Irán. De hecho hace
dos años, un coronel retirado de la
Academia Nacional de Guerra de los
EE.UU. ya había preparado para el
Pentágono el mapa en que se encontraba
el «Baluchistán Libre». Y
ahora la CIA está ayudando a la organización
fundamentalista baluchí
Jundollah en su «lucha de liberación
nacional» contra los gobiernos iraní
y pakistaní. El atentado del 17 de
octubre en Pishin, la provincia de
Sistán-Baluchistán en Irán, en que
murieron 31 miembros de la Guardia
Revolucionaria Iraní, fue obra de
Jundollah, que últimamente cambió
su nombre por el de «Movimiento
de Resistencia Popular de Irán» para
aparecer como una organización
nacional contra el gobierno iraní.

El imperialismo está perdiendo su
guerra en Afganistán; por eso, antes
de salir del país derrotado militarmente,
quiere dejar atrás pequeñas
entidades políticas para poder
seguir controlando la zona. Así que
entramos en un periodo en que los
pueblos de oriente medio y Eurasia
necesitan más que nuncala colaboración
internacionalista en su lucha
contra el imperialismo.

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